miércoles, 22 de marzo de 2017

El ingenioso hidalgo, Miguel de Cervantes (Han Ryner. Libros del Innombrable 2016)

La portada de "El ingenioso hidalgo Miguel de Cervantes" (Han Ryner. Libros del Innombrable 2016) es obra de Antonio Bayona, como las ilustraciones interiores.

Durante el pasado año 2016 con motivo del centenario de la ocultación de Miguel de Cervantes, la editorial Libros del Innombrable, publicó tres títulos referentes al universal escritor. Uno de ellos, "Pingüinas/Un esclavo llamado Cervantes" de Fernando Arrabal, ya fue comentado en este blog aquí. La otra obra del dramaturgo melillense, dedicada a Cervantes y publicada por la misma editorial fue "El extravagante triunfo de Miguel de Cerbantes y William Shakespere". Los tres títulos serán presentados este viernes 24 de marzo en Madrid, en el Espacio Leer (C/ Argumosa, 37), a las 19 horas. Tendré el honor de participar en el acto junto al editor Raúl Herrero. Hoy desmenuzaremos la obra de Han Ryner, El ingenioso hidalgo Miguel de Cervantes

El ingenioso hidalgo Miguel de Cervantes fue publicado en 1926 y firmado por Han Ryner, seudónimo del filósofo anarco-individualista francés Jacques Élie Henri Ambroise Ner., nacido en el Departamento de Orán, Argelia en 1861, en el seno de una familia de clase media. Ner, en su juventud, estudia teología y filosofía vinculándose posteriormente a la francmasonería, a la muerte de su madre. Publica diez novelas entre 1894 y 1895 Al año siguiente, tras asumir la redacción de la revista Demain adopta el seudónimo de Han Ryner y colabora con decenas de revistas. En 1900 publica Le crime d'obeir y en 1903 con Petit manuel individualiste sienta las bases de su propuesta anarcoindividualista muy influida por la obra de Epícteto y el estoicismo griego clásico. En 1912 obtiene el premio literario de la publicación por su obra narrativa y crece de manera exponencial su implicación política y social. Hace campaña por la liberación de Eugène Dieudonné, durante la Guerra, por Émile Armand, por los motines del Mar Negro, por los italianos Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti y por el ucraniano Nestor Makhno. En 1936 se adhiere el Comité Mundial contra la Guerra y el Fascismo y se convierte en un referente para los anarcoindividualistas españoles durante la dictadura de Primo de Rivera. Desde el antibelicismo y el antimilitarismo pacifista se opuso tenazmente al desarrollo de la I Guerra Mundial. Murió en París, en 1938
Han Ryner
Todo este poso anarco individualista y su condición de anticlerical virulento es más que notable en la novela cuyo titulo ya nos revela que estamos ante una imagen de Cervantes muy cercana a su Quijote. Advierte Ryner en la introducción: "Este libro cuenta la tragedia moral de un genio que, lejos de gozar las satisfacciones que podía y debía producirle su obra de espíritu eterno, vivió entre sus semejantes incomprendido y mísero" Y ágilmente comienza esta novela que narra las dramáticas peripecias del Miguel de Cervantes más quijotesco, en sus últimos dos años y medio de vida cuando, obsesionado por dar continuidad a la que considera su obra maestra "Los trabajos de Persiles y Sigismunda", busca refugio en Esquivias a través del viaje, casi constante, por desiertos castellanos, desoyendo y huyendo de los consejos de amigos y familiares, que solicitan la ansiada segunda parte del famoso Quijote. Ya sea a pie, ya en vieja mula de alquiler, Cervantes parece condenado a la lucha constante; condena que a su vez también parece redimirle de una muerte que, desprovisto del fuego del ingenio, hubiera llegado mucho antes.

La estructura del libro, también quijotesca, se divide en tres partes y presentan a un Cervantes dialogando y exponiendo sus atrevidas reflexiones ante diferentes interlocutores, algunos reales, como un joven Calderón de la Barca y otros, frutos de la ficción, encontrando personajes que le inspiraron para sus novelas. Un dramatizado relato de su cautiverio en Argel, su difícil relación con los estamentos de poder, la búsqueda de la digna posteridad, el proceso creativo del escritor, la fortuna, la fama son los temas que van desfilando por un relato donde se trasluce la filosofía de Ryner en episodios tan dignos del ingenioso hidalgo de la Mancha como el suceso del apócrifo Cervantes de Avellaneda que el autor explica aprovechando la ocasión para criticar al clero, sobretodo, en la figura de dos sombríos monjes aragoneses, y en especial, el Padre Aliaga (inquisidor y confesor real) con quien el escritor mantiene una antigua pendencia. La crítica es una constante durante la obra en frases como "Todos los españoles tienen hambre", "Desde Homero, los verdaderos grandes hombres conocen el desprecio por su época" o la pregunta "¿Valdrán más los pueblos que los reyes?" Además, Ryner ofrece la imagen de un Cervantes mermado por la pobreza, demacrado, un caballero sin capa "Cervantes no era más que una ruina" nos dice en algún pasaje que se sitúa en contra del poder establecido y así lo expresa, cuando tiene ocasión, de manera encubierta, por el don de la palabra. Es a través del escritor, como personaje, cómo Ryner nos habla del desahucio, de unos tiempos aciagos que premiaban la necedad por encima del intelecto y de la cultura, cita a la justicia refugiada entre los ladrones, insinúa la posible homosexualidad del genio y nombra el mito de su manquedad.

Raúl Herrero rescata ahora esta novela perdida desde los años treinta del pasado siglo, siguiendo, aunque con alguna corrección, la traducción original de Juan Elizalde en un volumen muy cuidado y maravillosamente ilustrado por Antonio Bayona.

¡Nos vemos en Madrid!

domingo, 19 de marzo de 2017

Fernando Arrabal en persona

Fotografía de Julio Miranda

Experiencia Arrabal

Entrar en Madrid procedente de Aragón siempre me ha resultado sumamente sencillo. Sin embargo, el asunto se complica y adquiere cierta enjundia si uno decide visitar lugares ignotos y lanzare así a la improvisación, a calzón quitado y por supuesto, desprovisto del detestable y común aparatejo de voz tomada que algunos llaman "navegador". "¿Pero vienes sin navegador?" -preguntan, ojipláticos-. Y entonces piensas en sus padres, en sus abuelos, todos sus antepasados "navegando" por aquellas carreteras estrechas y vericuetos donde nunca perdían rumbo ni escuchaban esa absurda y fanfarrona celebración: "¡Se ha perdido la señal GPS!". Premisa a tener en cuenta: si por primera vez visitas Majadahonda y debes regresar a Madrid, darás tantas vueltas a la M-30 que amenazarás la rotación terrestre. Precisamente de Majadahonda llegábamos mi excelso copiloto, Raúl Herrero y yo, después de entrevistar a Antonio Chicharro, hijo del poeta Eduardo Chicharro y de la pintora Nanda Papiri, para la revista del Ateneo Jaqués "El eco de los libres" y su dosier especial que dedicará al Postismo.
Durante la entrevista, junto a Antonio Chicharro y sus dos peludos amigos
Dos horas de retraso en la llegada al hotel propició que nuestra amiga Marta García tuviera que narrar, vía telefónica, los acontecimientos arrabalaicos en la Feria Internacional de Arte Contemporáneo. Rondaban ya las ocho y media de la tarde cuando todo el sol que faltaba en la noche de Madrid irrumpió en la cafetería de un hotel. Fernando Arrabal, con sus perpetuas cuatro lentes, lleva el universo por atuendo. Levanta dos dedos de la mano izquierda y sonríe como un travieso sátiro mientras sostiene al dios Pan, en un negro maletín, a la diestra. Abraza a su amigo y editor Raúl, besa a su amiga Marta, a Belén y estrecha mi mano llamándome "poeta", una palabra que hoy considero inventada solo para él. Toda su jornada ha discurrido en ARCO, atendiendo a la prensa, realizando largas entrevistas e ingiriendo litros y litros de Coca Cola, todo su alimento fierabrás. Tiene 84 años y más vitalidad que un joven de treinta. Accedemos a un reservado de la cafetería. Cuando Arrabal habla, cambia el paisaje. Con sencillez y de manera natural todo se vuelve ceremonial, casi ritual. Es inevitable. La liturgia del aprendizaje. El Maestro habla a sus discípulos que escuchan como quien recibe el Pan sagrado. Arrabal comienza diciendo que no es un genio y todos admiramos la humildad de una leyenda. Después desmenuza con sus dedos el mito del don Juan, del burlador de Sevilla; destruye al seductor. "¡Es mentira! -dice- Nunca ha existido". Y del amor, confiesa, también es falso. Habla de los salones de masaje, del burdel que regentaba en París la madre de Sara Bernhardt y de la asiduidad que le profesaban ciertos monarcas (Alfonso XIII y su catre con resortes, el zar de Rusia o el rey de Inglaterra) Habla de Bretón, Topor, Dalí y la navaja de Buñuel sobre el rechazo de Gala. Refiere a Ionesco, Picasso, Jodorovsky y a la vez, aporta una visión, como siempre, diferente, insólita y propia sobre los refugiados. Cuenta un chiste, recuerda el momento en que vio a la Virgen María, pregunta a cada uno de nosotros sobre hazañas sexuales, revela cómo estuvo a punto de morir asesinado en México D.F. y comentamos el artículo que acaba de publicar en ABC donde, precisamente, cita al poeta Eduardo Chicharro. Con Arrabal no existen las casualidades. Nada y todo son confusión y rigor. Se cumplen las once de la noche y los camareros no entienden de genialidades. Hay que abandonar la estancia. Arrabal sube a la habitación y el resto del grupo, ya descabezado, intenta inventar una noche que acaba de morir. Sin embargo, adquiero otro aprendizaje: nunca más visitar el local "Le Petit" en calle Margalejo donde un Manhattan es un granizado de viscoso color naranja.
Arrabal en ARCO. Fotografía de Marta García

Otra fotografía de una de sus innumerables intervenciones en ARCO. Fotografía de Marta García.
Fernando Arrabal, Raúl Herrero y yo en la mencionada cafetería del hotel. A esas alturas, la noche, ya es una naranja exprimida. Fotografía: Marta García

Al día siguiente, Marta, Raúl y yo encontramos a un Fernando Arrabal pletórico. Espera en la calle nuestra llegada. Quiere desayunar chocolate con churros. Yo advierto que en mi hotel carecían del clásico desayuno y él reacciona: "¡Es imposible! ¡Es Madrid! Si no hay churros en Madrid...¡es necesaria la revolución!". De camino al Bar Santander también alude a la dificultad de encontrar pistachos por donde quiera que vaya. Ese sábado el sol en la capital luce espléndido y nos dirigimos a  la terraza. Arrabal vislumbra una mesa solitaria con los restos de un desayuno madrugador. En concreto, una de las porras del plato parece intacta. Rapiña. "Sí, están buenas. Nos quedamos" -dice- Al desayuno acude el editor y amigo personal Juan Carlos Valera que ha regalado a Arrabal una obra con la que aparece en la entrevista de La Razón de esa misma mañana y el presidente de la Casa de Melilla en Madrid, Julio Miranda. A las doce del mediodía don Fernando ofrecerá una conferencia en la sala Cayón. Sin embargo, desayunamos sin ninguna prisa. Tenemos tiempo de recordar su obra epistolar dirigida a Fidel Castro y a Francisco Franco. Resume con rabia su llegada a Cuba y la horrible sensación de sentirse rico y poderoso, solo por ser europeo. Una leve sombra en sus claros ojos. No termina el chocolate. En cambio, apura la Coca Cola de su hija Delia.
Fernando el santo. Fotografía de Marta García

El trayecto a pie hacia la galería es delirante. Arrabal camina despacio porque es un observador que, además, disfruta de la conversación. Pregunta si es normal que los madrileños conduzcan tan deprisa y en mitad del cruce, comienza a torear los vehículos que pasan por su lado. Al fin llegamos a la sala y acude de nuevo la ceremonia. Un cenáculo donde los apóstoles rodean al maestro. Arrabal habla de la miseria que azota invariablemente a los más brillantes artistas. Solo conoció a un par de pintores que fueron afortunados y murieron ricos: Dalí y Picasso. El resto de poetas mueren ignorados y miserables. "Pero los poetas cambian el mundo" -advierte-. Recuerda también el momento cumbre del Surrealismo y la ceremonia de 1959, destacando la figura del artista Jean Benoît en "La ejecución del testamento del Marqués de Sade" y termina con la fundación del movimiento Pánico.
Instante de la conferencia en la sala Cayón. Fotografía de Julio Miranda
Instantes antes de terminar la conferencia. Fotografía: Marta García
Conocer a Arrabal es una experiencia única, un continuo aprendizaje. Es un maestro, un sabio que no se considera tal, un místico, casi un santo; es cercano, ofreciendo y despertando cariño entre las personas que lo rodean. En España y su habitual desconocimiento prevalece una idea muy alejada de la realidad. Ahora Arrabal está sentado en el centro de la mesa. A su derecha, Julio Miranda, Raúl Herrero y yo. A su izquierda, Marta García, Juan Carlos Valera y su paisano José Jóver. La Última Comida es en La Fábrica de calle Génova. Tiene la amabilidad de firmar algunos ejemplares de sus libros. Debe partir y nos parte la despedida, nos vacía. Con él vuela, en su maleta del dios Pan, un ejemplar de "El eco de los libres", revista que contará con su colaboración en el próximo número. Mis incipientes alas todavía no son fuertes para volar a París pero crecerán entre huellas arrabalaicas. Cada vez que se marcha, Arrabal deja huérfana a España y esta ciudad, desde hoy, debería cambiar su lema: "De Arrabal, al cielo".

Marcos Callau
(Artículo publicado en El Pirineo Aragonés, el 3 de marzo de 2017)

De izquierda a derecha: (Yo), Raúl Herrero, Julio Miranda, Fernando Arrabal, Marta García, Juan Carlos Valera y José Jóver. Fotógrafa anónima.




Agradezco la oportunidad de haber conocido a Fernando Arrabal, a mi amigo Raúl Herrero. No viviré vidas suficientes para agradecer tan suma hazaña.

Pasadas las horas y recién llegados a Zaragoza, sin embargo, la pesadilla de nuestra España cerril y cazurra entra en escena. Lamentamos profundamente esta noticia que más parece un latigazo contra la espalda: el Ayuntamiento de Madrid decide retirar los nombres de Max Aub y Fernando Arrabal de sus correspondientes naves 10 y 11 en el complejo cultural del Matadero. La indignada protesta y la reacción, poco secundada pero rápida, no se hace esperar. En las jornadas próximas asistimos al "recule" y Manuela Carmena tilda de "confusión total" el desbarre de Mateo Feijóo, cabeza visible del nuevo equipo de dirección en estos espacios y asegura que ambos nombres se mantendrán finalmente en las naves del Matadero. No obstante, parece que todavía resiste cierta reticencia a colocar de nuevo los rótulos que rezan Max Aub y Fernando Arrabal. POR FAVOR. Para una vez que habían ustedes acertado, no deshagan el camino, no nos hagan pasar más vergüenza. Pidan, si es necesario, ochocientas mil disculpas, pero no se muestren dubitativos, reaccionen como es debido y coloquen sin demora los rótulos donde corresponde. Si desean que el Matadero sea reconocido como un referente cultural, ¿cómo ir en contra entonces de la libertad, del conocimiento, de la propia cultura?, ¿cómo no rendir tributo a Max Aub y a Fernando Arrabal per saecula saeculorum? Por si acaso y para que quede claro, sumamos nuestro apoyo para que las naves 10 y 11 por siempre, lleven el nombre de Aub y Arrabal, respectivamente. Nombres que permanecerán aun si muere el Matadero. Publicamos la dos postales que Arrabal remitió a Manuela Carmena. La primera, cuando estalló la polémica. La segunda, un agradecimiento post-recule.