jueves, 27 de noviembre de 2014

Cien poemas

Casi veinte días han pasado sin poder actualizar este blog que nació con la intención de ser el principal de todos los que administro. Pero las circunstancias restan minutos y protagonismo a este tiempo detenido. Aún con todo, no quería pasar la oportunidad de celebrar con vosotros, amigos que condensáis el tiempo entre estas letras, un insólito centenario dedicado a la poesía. Y es que, con esta entrada, ya son cien los poemas publicados en este blog. Este último, el que hace el número cien, se titula La Cadiera. Espero que guste y le sucedan otros cien poemas más.



La Cadiera

Si de esta cadiera hablara
su mudo recuerdo frente a los pirineos,
narraría un beso secreto,
oculto de las tibias luces
que cubren Jaca,           
a la última campanada.

Si de esta cadiera hablara
su antigua madera junto al bosque,
revelaría cuán largo el olvido
del árbol que fue.
Qué habitado es el silencio
de la savia recorriendo estática
los surcos de su historia,
qué profundas llegaron a ser
las raíces desheredadas
y qué dolorosa la pradera estrellada
del verso secreto
bajo las luces huídas.

Si esta cadiera hablara,
lo haría de una infancia emborronada,
ancestral.
Confesaría bombas
y un torrente de dolor
gritando sangre
por sus calles.
La metralla alcanzando el costado
de aquella buena mujer
o el tejado sepultando
las familias perdidas
en el árbol de la salud.

Si lo hiciera,
enmudecería ante el triste y sucio mundo
que lava su rostro
a sus ojos.
Si lo hiciera,
si esta cadiera hablara,
volvería a ser un árbol.






Acompañaría este poema con un blues escrito en aragonés por Kike Ubieto. Invito al personal a escucharlo en su página web: Albada in blue

domingo, 9 de noviembre de 2014

El teatro de Miguel Mihura: "Maribel y la extraña familia"


Hace ya casi un año, paseaba por el rastro de la Plaza de La Seo en Zaragoza y encontré, entre apetecibles colecciones de libros antiguos, amarilleados por el paso del tiempo, lo que yo considero un pequeña joya editada por Castalia en 1977 que incluye las obras Tres sombreros de copa y Maribel y la extraña familia de Miguel Mihura, prologadas por el propio autor. Precisamente es un ejemplar editado el año de la muerte de Mihura, un año después de ser elegido académico de la Real Academia Española. Desde que entré en contacto con la obra de este genial autor, gracias al cine y en buena parte al director zaragozano José María Forqué y su versión de Maribel y la extraña familia, quedé interesado por su producción teatral completa, admirando su particular, moderno e insólito sentido del humor en unos tiempos difíciles en los que una España gris había olvidado cómo reir. Quizá por esta razón, el humor negro de Mihura es particularmente ácido y valiente, si tenemos en cuenta el contexto histórico que rodeaba su obra.
Miguel Mihura y Fernando Fernán Gómez, para el que escribiría El caso del señor vestido de violeta
Nacido en Madrid en 1905, hijo de actor, autor y empresario teatral, su vida, desde muy temprana edad, estaba "condenada" a la farándula. Por eso, a la edad de dieciocho años, ya comienza a colaborar como dibujante y autor de historietas y pequeños artículos. Tanto es así que, a la edad de 27, escribe su primera obra Tres sombreros de copa, que no se llegaría a estrenar hasta 1952, veinte años más tarde. En noviembre de 1937 aceptó la dirección de la revista propagandística nacional La ametralladora y sustituyó las alabanzas a Franco, al ejército y a la bandera por un humor vanguardista, nuevo, cuyo antecedente hay que buscarlo en autores como Ramón Gómez de la Serna o Jardiel Poncela y en colaboradores con los que Mihura contaría para La ametralladora, como fueron Tono y Edgar Neville. Mihura cambiaría tanto el rumbo de esta revista que en 1938 autoridades franquistas denunciaban ciertas deformaciones en la moral y en la psicología honrada y simple, y el efecto contraproducente que los artículos podían tener sobre los soldados del bando nacional. Al cabo, La ametralladora en manos de Mihura, no fue más que el caldo de cultivo de la revista humorística por excelencia en nuestro país, La Codorniz. Aunque, durante la guerra civil, Mihura se refugió en San Sebastián y militó en la falange, cuanto menos es sospechoso este giro que imprimió en una revista propagandística, eliminando la cuestión nacional como leitmotiv de la publicación.
 
Miguel Mihura funda La codorniz en 1941 evolucionando el estilo que había impuesto a su paso por La ametralladora y dando a conocer al embotado público español una nueva clase de humor que derivará más tarde en el llamado teatro del absurdo. Tanto fue así que las obras teatrales que Mihura produjo fueron mal llamadas (y en esto protestó amargamente su propio autor) "codornicescas" siendo, a mi modo de ver, el punto más álgido y ácido de este humor sus obras El caso de la mujer asesinadita, El caso de la señora estupenda, Tres sombreros de copa y la modernísima Maribel y la extraña familia.


Precisamente Maribel y la extraña familia es la primera obra que conocí de Miguel Mihura y fue, como he dicho, gracias al cine y a José María Forqué, al ver la cinta que el director maño dirigió en 1960 (un año después de su estreno teatral en 1959) que hace años reseñé aquí, en mi antiguo blog. No pretendo ahora hacer un refrito de aquella entrada, más bien acercarme mejor a la idea de la obra teatral que concibió Miguel Mihura. A lo largo del repaso de su trayectoria que deja escrito en el libro de Castalia el propio Mihura, relata cómo, en 1951, cuando económicamente atraviesa una grave crisis, decide "prostituirse" y confeccionar obras de teatro a medida de los actores y de un público positivamente comercial, digamos, trabajos fáciles para que el público aplauda. Es así como produce, por ejemplo, obras como Mi adorado Juan, para el actor Alberto Closas, Melocotón en almíbar para Isabel Garcés, o El caso del señor vestido de violeta, por encargo de Fernando Fernán Gómez. No obstante, como el propio Mihura asegura, con 42 años y un poquito de decencia profesional, esta "prostitución artística" no se llevaría a cabo de un modo rotundo y siempre mantedría presente el humor negro que le caracterizó durante toda su trayectoria, en estas obras por encargo, evolucionando definitivamente hacia la sátira. La idea de escribir Maribel y la extraña familia nació en 1956 al proyectar una producción teatral para la actriz Maritza Caballero que también representaría en los escenarios Tres sombreros de copa. Según cuenta Miguel Mihura dispuso tan solo con unos meses de tiempo para escribir la obra y partió de unas anotaciones autobiográficas que tenía en una libreta, sobre alguna de sus experiencias vitales que, en época franquista, eran completamente tabú. Una noche , al llegar a su piso de soltero con una prostituta (o, como él llama, "golfita") esta, temiendo que la llevara a un picadero, preguntó en el ascensor "Vivirás solo, ¿no?" Y Miguel respondió "No. Vivo con mi tía" a lo que la chica rompió a reír. Tras el affair de pago, Miguel Mihura anotaría en su libreta: "Un señor cita en su casa a una putita que acaba de conocer en un bar. La chica le acompaña al piso para cumplir con su obligación y resulta que de repente el señor le presenta a su madre y a su tía". Ya tenemos el comienzo de Maribel y la extraña familia. Es una de las obras de humor más negro y arriesgado de Mihura, para mí, la más redonda, a pesar de que Tres sombreros de copa fuera tan vehemente y moderna para estar escrita en 1932 Suelo comparar esta obra con el humor de Capra en Arsénico por compasión en cuanto al misterio que rodea a "la extraña familia" de Marcelino. Las puertas ocultas, las puertas cerradas, que Mihura ya incluía en la escena teatral, contribuyen a acrecentar este amable misterio que juega con la comedia y la ironía, a partes iguales. Pero es necesario tener en cuenta que Mihura introduce el tema de la prostitución sin paliativos y estamos en la época franquista. La obra sería, a todas luces, inmoral para la dictadura pero, de nuevo, la inteligencia y el buen hacer burlan la censura sirviéndose del humor. Se estrenó en los teatros en 1959 con Paco Muñoz como el incauto Marcelino y Maritza Caballero, como Maribel. Aunque la obra teatral tuvo éxito, no creo que las interpretaciones desmerezcan en su versión cinematografica, creando una de las más inolvidables y mejores comedias de nuestro cine, con un lujoso elenco de actores: El gran Adolfo Marsillach, en estado de gracia, como Marcelino y la guapa Silvia Pinal como Maribel. Julia Caba Alba repetía su papel de la tía Paula que ya interpretara en teatro y Guadalupe Muñoz Sampedro era doña Matilde, la madre de Marcelino.
Guadalupe Muñoz Sampedro, Adolfo Marsillach y Silvia Pinal
Sin embargo, a pesar del claro reconocimiento final del público, el tono empleado por Miguel Mihura a lo largo de los dos prólogos que acompañan en el libro a sendas obras, es amargo, desencantado y transmite al lector la sensación de que, en definitiva, el autor se sintió incomprendido a lo largo de su carrera y algo desplazado por el cine. Incluso, hay un fragmento del texto en el que asegura lo siguiente: "Confidencialmente, les diré a ustedes que a mí no me gusta nada el teatro; que no siento por él la menor afición y que una vez que paso por el trance doloroso de escribir una obra, no me vuelvo a acordar de ella. Ni siquiera de que soy un comediógrafo. Yo no le tengo afición al teatro ni a nada. Sigo en esta profesión por inercia" Evidentemente, a lo largo de todo el texto juega con la que es su "marca de la casa", la ironía y el humor pero, cualquier lector puede sacar una verdad, algo de confesión en esta afirmación, a pesar de que, como asegura en otra parte del libro, él entró en el teatro por amor. 
Miguel Mihura, década de los setenta
Obras como El caso de la mujer asesinadita o Ni pobre ni rico sino todo lo contrario fueron estrenadas en el María Guerrero de Madrid entre 1943 y 1946 y fueron identificadas como el "teatro del absurdo" Esta definición derivó en otra, a la que Mihura renunció desde el principio, el calificativo de "comedias codornicescas". La Codorniz fue una losa sobre los hombros de la que, al parecer, Mihura nunca pudo desprenderse. La gota que colmó el vaso fue cuando, algunos críticos, calificaban codornicesca la obra Tres sombreros de copa, a su estreno en 1952 pero escrita en 1932 cuando ni siquiera La codorniz se había imaginado. Esta costumbre que se instaló en el público español, unido al tiempo que pasó encerrada en los cajones de su escritorio su primera obra, Tres sombreros de copa y a la necesidad de escribir obras por encargo para sobrevivir en los años cincuenta, pareció incidir definitivamente en el ánimo del autor y oscurecer más aún su humor negro, características que cualquier lector puede extraer de estos textos que prologan sus obras y que son más confesionales de lo que parece además de consistir en una reivindicación constante de que sus obras teatrales poco o nada tiene que ver con el humor que siguió La Codorniz cuando él era su director. Incluso, Mihura introduce un rechazo al mundo del cine español en la década de los cincuenta refiriéndose al cansancio, al hastío, al estar harto ya de escribir guiones durante siete años, guiones entre los que se encuentra, por cierto, su colaboracón en ¡Bienvenido Mr. Marshall! junto a Bardem y Berlanga
Miguel Mihura, Edgar Neville y José López Rubio, compañeros en La Codorniz
Aunque en esta fotografía falta Miguel Mihura, es innegable la influencia del cine y la comedia de Hollywood en su obra. Aquí los actores Stan Laurel y Oliver Hardy junto a Edgar Neville, López Rubio y Eduardo Ugarte.
A pesar del paso de los años, el humor en la comedia de Mihura sigue intacto y así lo he querido reflejar en esta primera parte dedicada al comediógrafo madrileño.

martes, 4 de noviembre de 2014

Poema Western



Árido horizonte araña

de palabras arena

el paladar,

son mis recuerdos, masticados.

Recuerdos masticados, mas no digeridos,

de un mundo mejor

que existió en la mitología,

en las leyendas, 
las parábolas,

las películas, la infancia,

 Antoine Doinel.



-Palabras mudas-



Insolación, polvo ardiendo

de lágrima-herida

en erosión lunar,

son mis recuerdos

de libertad y hogar.



Empacho de promesas

en desiertos sin oasis,

poemas

           que

              mueren

                        de

                          sed.

Esta es la balada de un llanero solitario

perdido en la niebla de las nuevas ciudades.

El futuro es el humo de un mal sueño

y despertar

es un camino donde todos hemos perdido

las huellas de ser un niño.
La canción es Desperado. En esta ocasión el tema compuesto por Don Henley está interpretado por Johnny Cash en una de sus últimas grabaciones.

sábado, 1 de noviembre de 2014

Naturaleza muerta, Belchite.




Belchite (Eduardo Laborda)



Te recuerdo como recuerdo a Pangea. Como si estuvieras allí, desde el principio de los tiempos. Como una roca elevada contra el cielo, una piedra desafiante, un sólido acantilado. Y también contigo, el viento, aullando por cada voz enmudecida de tu pueblo, erosiona, segundo a segundo, tu silueta milenaria. ¡Como si acaso el tiempo te importara!

Por las calles rotas de tu ruina veo mis pecados en los pecados de la humanidad. Y te comprendo. Te comprendo resistiendo como un monumento a la deshumanización, a la barbarie, a la brutalidad. En tus iglesias, la bóveda de todos los campanarios es celeste y las cúpulas carcomidas todavía atesoran historias de aquellos que fueron vivos, que quedaron incompletos. Partidos. Allí, un torreón herido lucha contra el viento y la arena para conservar su trastocada verticalidad. Aquí, un muro hendido persiste en pie, siendo fachada para una casa inexistente. Y la grieta de su aplastada pared crea un marco que dramatiza a la luna y su renacer, cada noche que aquí es más noche. Solo en este pueblo calla el silencio.

Escasos y desperdigados centímetros se conservan de tus aceras. Por ellas ya solo se arrastra la sorrasca, testigo mudo de la desidia. La naturaleza ha conquistado ya ciertos barrios, ocultando plazas, esquinas, trazados, huellas de unos pasos que fueron libres. Mientras, deformados edificios sin techo forman cobijo para escaleras interrumpidas o esqueletos oxidados de automóviles donde todavía lloran los juguetes rotos. Un cementerio es una guarida absurda en la ciudad de los muertos. 

Ahora te comprendo. Te comprendo en unos colores tan desvaídos que difícilmente se distinguen del blanco, del negro, del gris. Más que un pueblo, eres fósil. Un fósil viviente que late y se transforma. Un armazón que respira, doliente, desollado, evolucionando. Y te miro, como mira Dorian Grey a su futuro imperfecto, siendo tú pasado, que se repite. Ahora te entiendo y sé quién eres, a través de la mirada de otros ojos. Transformada, levemente barroquizada, liberada al fin, por la mano de Eduardo Laborda, que pintó y reinterpretó tu paisaje de naturaleza muerta, perfecto reflejo del vanitas inexorable y a la vez, inmortal.
 Javier Estella y José Manuel Fandos dirigieron en 2013 Naturaleza muerta, un corto documental sobre el proceso de creación del pintor Eduardo Laborda y su obra titulada Belchite. Ahora, este trabajo ha sido premiado en el Festival de Daroca como mejor cortometraje documental. El ambiente que crean sus directores, la música y las potentes imagenes que parecen querer completar el esqueleto que es Belchite, acompañan y complementan a la perfección la obra final, el brillante lienzo que culmina Eduardo Laborda y cuya mágica atracción ya fue comentada en la pasada Retrospectiva que pudimos ver de su obra en La Lonja. Aquí mismo en este enlce pueden ver el cortometraje Naturaleza muerta y la obra terminada de Eduardo Laborda.

Javier Estella y José Manuel Fandos