jueves, 29 de noviembre de 2012

Luces de Van Gogh

La noche estrellada (Van Gogh)
Hay una cerveza helada
que ya está llorando
sobre la mesa de este Café difuminado
entre ocres, azules y despedidas.

Canta a alguien como tú, Adele
y parece imaginarte o pensarte,
enredar sus notas en tu recuerdo
mientras salpica el piano con sus teclas
una lejanía cosida a mi espalda.

Alguien como tú, bajo las luces de Van Gogh
sería el diamante hallado en una escombrera,
ese sueño que nadie concibe realizar.
Alguien como tú
me está esperando
al otro lado del invierno.

Apuro mi cerveza, termina una canción.
Se multiplican los soles
y yo permanezco postrado,
personaje desarraigado en un lienzo
que difumina
bajo estas luces que me oprimen.






***Y el domingo, 2 de diciembre, participo en el Recital de poesía: Conversando con Nacho Escuín. Será en Zaragoza City, en la Calle Jerónimo Blancas, 7 El lugar, Pedacito de cielo y la hora, 19:30 En el recital participarán Fran Picón , Miguel Ángel Yusta, Fernando Sarría, Mapi P. Freixas, David González, José Antonio Conde y Eduardo Fariña acompañando a Nacho Escuín.

lunes, 26 de noviembre de 2012

Sesión de cine: El Tigre de Chamberí (Pedro Luis Ramírez. 1957) Recordando a Tony Leblanc. (Película completa)

Tony Leblanc en El tigre de Chamberí
¡El eléctrico, el eléctrico!

Este es el Tony que me a mi más me gustaba: El jeta. El papel de caradura, que se colaba en el Bernabéu por la cara (Bueno, en Chamartín, porque así se llama en esta película), que timaba a los recién llegados del pueblo en Atocha y que se volvía loco por conseguir los favores de Laurita Valenzuela y o de Conchita Velasco (Sí, antes eran Laurita y Conchita) Y en El Tigre de Chamberí Tony realiza este papel como nadie. 
Tony Leblanc (Manolo), José Luis Ozores (Miguel Orégano El Tarta) y Antonio Garisa (el entrenador del Tigre)
La historia de El Tigre de Chamberí es simple y se trata de una versión libre de The kid from Brooklyn (El asombro de Brooklyn), película protagonizada por Danny Kaye y Virginia Mayo, dirigida por Norman Z. McLeod en 1946 que, a su vez, era un remake de La vía Láctea (Leo McCarey. 1936) Si cogemos estas dos películas y añadimos además la escena de boxeo de City lights (Chaplin. 1931) (aquí) tenemos en El Tigre de Chamberí una comedia bastante decente, en versión española.
José Luis Ozores y la francesa Hélène Rémy

Película ambientada en el Madrid de los años 50 y presentada, como era costumbre, por una voz en off que va repasando la vida cotidiana de la ciudad. En este escenario, Manuel Orégano El Tarta (José Luis Ozores) es un hombre tímido, apocado, sin oficio ni beneficio, que además está enamorado de Marisa (Hélène Rémy), la hija del propietario de la tasca donde Miguel pasa las horas muertas junto a su amigo Manolo (Tony Leblanc). La película tiene un arranque muy divertido en el que Manolo y Miguel (en silla de ruedas)se cuelan para ver el partido de fútbol en Chamartín. Durante el partido, Miguel discute con un seguidor que está junto a él en la grada y de un golpe de suerte, consigue noquearlo y dejarlo tumbado en el suelo, sin conocimiento. A la mañana siguiente, todos los periódicos titulan en portada que el Campeón Molina, ha sido noqueado por un aficionado en el estadio de fútbol. Cuando Manolo descubre que el noquedaor del campeón de boxeo ha sido su inocentón amigo Miguel, el negocio ya está servido y su mente no para de trabajar para diseñar un nuevo Campeón de boxeo: El Tigre de Chamberí. El señor Román, Jose Marco Davó (el dueño de la tasca), será el primo, el socio capitalista al que Manolo saca hasta el último duro para lanzar una carrera de boxeo a partir de un hombre que no le haría daño ni a una mosca.
Los tres amigos se disponen a "merendar gratis" con tres mujeres solitarias que encuentran en la Sala de fiestas Miami.

Sirva esta buena comedia para recordar a un ser muy querido por todos, que nos ha dejado en los últimos días, el gran Tony Leblanc. Actor y cómico que marcó una época en nuestro cine. Siempre estará en nuestro recuerdo.



Para ver la película completa aquí:


jueves, 22 de noviembre de 2012

Ensayo de bohemia


Existen ciertas casualidades que nunca ocurren en una vida.

Cada día soy cada vez más
el viejo del andén
que espera ese loco tren
llamado felicidad.

Contempla cómo pasa
y si algún día se detiene,
llega tarde,
no consigue subir a bordo.

La felicidad es una palabra suave,
llena de fragilidad.
El viejo no quiere romperla.

Hoy está sentado en un agradable local
de aire francés.
Susurra versos
tan lejos de la felicidad
que duda si ella está escuchando
o el viento borra las palabras
que valen horas
en el Café del péndulo fosilizado.

¿Por qué ha sabido hoy
de la nostalgia?

Son las palabras no pronunciadas
que agonizan en los labios,
el vinilo ensayando
canciones de los ochenta
a la chica de al lado
que desea soledad,
los días llenos de papeles blancos
cuando el viejo ha perdido el bolígrafo
en su traje repleto
de bolsillos rotos.

domingo, 18 de noviembre de 2012

Domingos musicales: Harry Connick Jr. fue la última esperanza del swing

Harry Connick Jr. "Blue light, red light" (1991)



Hijo de unos abogados propietarios de una tienda de discos, Harry Connick Jr, nació un once de septiembre de 1967 en Nueva Orleans. De orígen irlandés por ascendencia paterna y judía, por la materna, Harry comenzó a tocar el teclado a la temprana edad de tres años ofreciendo el primer concierto, tres años más tarde, a los seis. Este niño prodigio no podía haber elegido mejor ciudad para nacer. Muy pronto, a los diez años, comenzó a grabar con una banda de jazz local y se matriculó para cursar estudios en el New Orleans Center for the Creative Arts. De Nueva Oleans viajó a Nueva York donde estudió en la Manhattan School Music y estableció contacto con la compañía Columbia, sello con el que Frank Sinatra publicara álbumes muy sonados en la década de los cincuenta. De esta manera, a los veinte años, en 1987 publicó su primer álbum que repasaba un conjunto de clásicos de jazz interpretados sin voz, al piano y sin acompañamiento. La crítica elogió este elegante homenaje al jazz de un joven de Nueva Orleans que, además y según decían, también sabía componer su propia música. No se equivocaron. En 1988, al año siguiente, Harry Connick Jr. volvió a publicar un nuevo disco, cantó y el mundo del jazz enmudeció. Aunque era innecesario fue inevitable la comparación con Frank Sinatra. Incluso su aspecto delgaducho, sus ojos claros y ese aspecto a medio camino entre galán y buen chico hicieron inevitables las habladurías. Frank Sinatra tenía un sucesor y algo más que eso porque, Harry Connick era también músico, tocaba varios instrumentos y sabía componer. En  aquella época Harry Connick y Sinatra se encontrarían en una fiesta homenaje para el cantante italoamericano. Harry interpretó la canción More, Frank Sinatra se emocionó y visiblemente afectado, exclamó...¡Joder...soy yo mismo, en los años cuarenta! El nombre de Harry subió como la espuma. En 1989 fue contratado para el tema principal de la película When Harry met Sally (Rob Reiner. 1989) para la cual eligió el clásico de Ishan Jones y Gus Kahn It had to be you, (además de  Don't get around much anymore y Let's call the whole thing off) le lavó la cara y se convirtió en un fresco y moderno tema de swing donde Harry brillaba como vocalista, como pianista y como arreglista.


Corre el año 1990 y para la banda sonora de El Padrino 3, Coppola ve indispensable contar con el nuevo Frank Sinatra para la banda sonora. Efectivamente Harry vuelve a acertar de pleno, con una balada compuesta por él mismo, titulada Promise me you'll remember que recupera el encanto de aquellas canciones de los años cuarenta que interpretaban los crooners italoamericanos y que él cantaba con igual pureza de estilo. La popularidad de Harry provocó que también hiciera sus pinitos como actor y en 1990 publicó We are in love, uno de los dos discos que hoy nos ocupan y que conforman una dupla imprescindible en la historia del swing, recuperando el sonido de las mejores orquestas (Count Basie, Billy May, Nelson Riddle o Duke Ellingotn) y estableciendo el mejor final de siglo para un estilo que nunca pasará de moda. We are in love es un trabajo de Big Band donde Harry Connick combina sus propias composiciones, como la que da título al disco, con tres clásicos imprescindibles, de Cole Porter, Shaiman y Sherwin. El resultado es una inyección de energía. El swing trasladado a los noventa. Todos aquellos que añoraban las grandes orquestas de los cuarenta y los cincuenta, bendecían la llegada de Connick y las nuevas generaciones se enganchaban al swing y desembocaban, años más tarde, en el movimiento NeoSwing nacido en Nueva York.



En el mismo año, Harry Connick Jr. publicó un disco instrumental, orientado al mercado del jazz y titulado Lofty's Roach Souffle pero sería al año siguiente, en 1991, cuando sacaría a la luz Blue light, red light, el segundo trabajo que completa y complementa el anterior We are in love. En Blue light, red light Harry se consagra definitivamente como el nuevo crooner de América. El disco está formado por doce canciones únicamente compuestas por Harry Connick pero, por el sonido y el sabor que destilan, bien pudieran ser composiciones del mismísimo Cole Porter, en los años treinta. Esta apuesta de Harry fue el mejor disco de su carrera hasta la fecha y cosechó un éxito mundial y una alternativa demasiado atractiva como para ser pasada por alto. Blue light, red light es un disco explosivo en el tema principal del disco y en algunos siguientes como You didn't know me when, With imagination o She belongs to me. Y también Irresistible resulta el tema que pudimos escuchar al comienzo de este post titulado He is they are. El sonido de Blue light, red light es impecable, puro, como si pudiéramos escuchar la banda de Glenn Miller en estéreo y con la mejor de las tecnologías que no existían en las décadas de los treinta o los cuarenta pero con un sello propio e identificable con el estilo de Harry Connick Jr. De estos dos discos ofreció un concierto memorable y editado en DVD titulado The New York Bing Band Concert y del que podremos ver un fragmento al final del post.
We are in love (Harry Connick. 1990)



Harry Connick Jr siguió en la misma línea hacia el final del milenio pero quizá se volcó más en sus trabajos de Broadway dejando de lado la intención comercial en sus nuevos álbumes y apostando por un jazz más puro y menos dedicado a las Big Band. Finalmente, Harry Connick no fue el nuevo Frank Sinatra. Por varias razones. Frank Sinatra sólo cantaba, sí. Ni componía ni tocaba ningún instrumento excepto el piano y éste, como un mero aficionado. Pero como cantaba Frank Sinatra nadie cantó jamás ni cantará. Harry Connick comenzó cantando con un estilo muy parecido al que Frank Sinatra tenía en sus comienzos, en los años cuarenta, esto es, puramente crooner. Pero Frank evolucionó creando un estilo propio y Harry nunca ha variado su manera de cantar. Fiel a su estilo, la de Harry es la voz que pide su música, sus composiciones, sin más pretensiones. Harry no es sólo un cantante, es un músico. La llegada en esta última época de fenómenos sociales como Michael Bublé, nada tiene que ver con lo que estamos hablando. Mientras Bublé es comercial, falso y un simple imitador de un estilo que ni siquiera le pertenece, Harry Connick Jr. es un creador, puro, inimitable, del estilo que pretende y nunca conseguirá el canadiense. Así pues, este domingo, recomiendo que se dejen embriagar por el mejor swing que se ha compuesto en la última recta del siglo XX y de vez en cuando, seguir visitando la sección vocalista del jazz, para no despistarse demasiado y estar atento a esas novedades con las que Harry Connick Jr todavía hoy nos hace disfrutar. Buen provecho!

All of me (Harry Connick Jr. The New York Big Band Concert. 1991)


miércoles, 14 de noviembre de 2012

A woman in the window


Catapultado como un Packard del 42,
vomitado a la escombrera de la noche,
aceleré mis pasos hasta derrapar
por el bulevar de los escaparates retorcidos.

¿Fuiste tú la mujer en la ventana?
¿Me saludaste?
¿O ese rostro reflejado fue sólo un sueño?

No puedo estar seguro,
pero cada día, sin premeditación,
me detuve postrado ante ti.
Me hablaste.
Y si tú para mi fuiste la obra maestra
yo un simple McGuffin, para ti,
que ni siquiera necesita explicación.
Más tarde, sí,
descendí contigo.
Me dejé llevar
a la negra Estigia de tus ojos
y en ella libré
mil batallas y cancerberos.

Del infierno,
yo que te quise librar,
sin embargo,
escogiste sus llamas.
Yo que te quise salvar, sin embargo,
mi Agríope contemporánea,
perdí tu rastro, 
un momento,
ayer.

Y nunca quise evitar mirar atrás
por ese camino
donde el regreso,
contra la utopía,
siempre perdió 
mil batallas.

domingo, 11 de noviembre de 2012

14 de octubre


Recordándote.
entonando viejas canciones de Frank Sinatra,
en sus letras más tristes,
el cielo se precipita
y la ciudad se viste de gris, amable,
mimetizada con tu sonrisa
en mi pensamiento.

Llueve,
sobre toda la Tierra
y en ciertas miradas.

De espaldas al mundo,
por si apareces y no quieres verme,
acodado en la barra de este bar,
soy ajeno a esta ciudad
que tantas veces
me ha traicionado.

Ajeno, la fiesta no va conmigo
porque hace tiempo
que ya perdí el compás.

¿A quién encontrarás
capaz de seguir tu ritmo?

Hubiera querido ser yo.

Las luces se apagan
y es mi momento.
En la oscuridad
renacen fantasmas con tu sonrisa
y a veces, parece cierto
que te estoy amando.

A mi manera, sin duda,
lo estoy haciendo.


La canción es Violets for your furs, Frank Sinatra

martes, 6 de noviembre de 2012

Skyfall (Sam Mendes. 2012)


James Bond (Daniel Craig) al fin con su Aston Martin DB5


Skyfall es la última película que he visto en el cine, en los aparentemente inmortales Palafox del Paseo de la Independencia. Antes de esta película vi Casino Royale y me gustó bastante. Quantum of solace, sin embargo no cumplió del mismo modo las expectativas y Skyfall, merece un  capítulo aparte por lo que traigo aquí una breve reseña. Contrariamente a lo que pensé hace años, Daniel Craig ha supuesto para James Bond el cambio que necesitaba, un regreso a su verdadera identidad. Porque un hombre que es capaz de matar a sangre fría a cualquier ser humano y que tiene licencia para hacerlo, no debe ser un típico señor inglés, refinado, con buenos modales que nunca arruga su esmoquin. En absoluto. James Bond es la rudeza, la violencia y el trasfondo dramático que Daniel Craig traslada a la pantalla y de manera especial aquí, en Skyfall, bajo mi punto de vista, la mejor de la trilogía que ha filmado el rubio actor británico. 
La película tiene un comienzo trepidante por las calles de Estambul

Skyfall, reinicia a James Bond y le hace volver a sus orígenes. Con un comienzo apabullante, por las calles de Estambul, (más típico de Indiana Jones, en sus buenos tiempos) James Bond persigue al espía de turno en coche, en moto, encima del techo de un tren y finalmente, en el fondo del mar. Porque, como ya ocurriera en Solo se vive dos veces (You only live twice. Lewis Gilbert 1967)  la organización da por muerto a su mejor agente. Y después de este comienzo desconcertante, llegan unos títulos de crédito que, si ya de por sí en la saga de James Bond han sido siempre muy cuidados y famosos por su estética y su música, en Skyfall recuperan los mejores tiempos rozando la perfección como fuera el caso, por ejemplo de Goldfinger (Guy Hamilton. 1964) La música, en esta ocasión, inmejorable. De los últimos temas que recuerdo, el mejor. La voz de Adele es perfecta para esta ocasión y la música perfectamente identificable con toda la saga 007


En esta película James Bond nos acompaña hasta sus orígenes, nos hace viajar con él al pasado (sí, a bordo de su clásico Aston Martin DB5 que ya condujera Sean Connery) para recuperar su identidad y “volver a ser el que fue”. Después de esa inesperada desaparición de 007, el MI6 es atacado por un atentado terrorista, el primer ataque que sufre la seguridad británica en toda su historia. Bond, que está perdido por algún lugar en la costa del Mediterráneo, recibe la noticia del atentado por los informativos de la televisión y decide volver. En esta misión, Bond debe recuperar la forma y las aptitudes para volver a ser admitido como agente secreto. La lealtad de 007 hacia M (Judi Dench) se verá puesta a prueba y la seguridad interna del gobierno británico estará en jaque, en todo momento. La amenaza sufrida es liderada por un ex-agente secreto, el villano Silva. Silva es Javier Bardem, que interpreta un papel magnífico como el antiguo agente secreto fracasado que, después de una misión extremadamente dura, perdió la cabeza y se dedicó a tramar una venganza definitiva.
Javier Bardem como Silva
James Bond se dará por muerto, después de su última misión en Turquía
La amenaza a la que se ven sometidos es tal que la propia vida de M (juzgada por el gobierno debido a los últimos fracasos de la organización) corre peligro. Para llevar a cabo la protección de la seguridad británica y acabar con Silva, Bond decide que la única solución es regresar al pasado. Y regresa con todas las consecuencias. Secuestra a M para protegerla, conduce el clásico Aston Martin DB5, cuenta con la ayuda de Miss Moneypenny (Naomie Harris), del nuevo y joven Q (Ben Whishaw) y regresa a la mansión donde murieron sus padres, cuando él era solo un niño. Regresa a Skyfall. Y como curiosidad, en esta misión el papel de chica Bond se repartirá entre Moneypenny y la intrigante Sevérine (Bérénice Marlohe) con la que Bond se encontrará en un casino de Shangai.
Esta última misión será la prueba más dura para James Bond
La intrigante Sevérine (Bérénice Marlohe)

En definitiva, se trata de una buena película, trepidante y sin descanso. Recupera lo mejor de aquel James Bond interpretado por Sean Connery siendo éste un agente secreto más real, más creíble y con ese trasfondo dramático que hasta ahora no habíamos conocido. No se la pierdan.
Preciosa imagen de James Bond difrutando una privilegiada vista de Londres
Judi Dench, como en todas las últimas películas, un lujo en el papel de M

sábado, 3 de noviembre de 2012

Mi barrio



Con el cielo en sangre, el barrio donde vivo
reluce espléndido, canta
y viste de gala
a todos sus fantasmas.
Ellos revelan historias,
delirios de grandeza,
a pordioseros y borrachos,
dormidos o moribundos,
en desvencijados bancos,
a la sombra de la iglesia.

En el barrio donde vivo
señores con chistera
y carruaje de caballos
cortejaban a las damas
de la alta sociedad.
Hacían manitas con el agua bendita
y maldita era el agua
que limpiaba sus manos
al comprar misas y comprar sermones.

Los lunes, el barrio donde vivo
se llenaba de jóvenes prometedores,
estudiantes de universidad
y las tardes, de luces y sonidos,
música
y grandes Cafés
que una vez fueron famosos.

El barrio donde habito es hoy una sombra.
Calaveras vivientes
cubiertas por papel de fumar 
la propia piel
sufren las consecuencias del exceso,
la mentira,
o los surcos que dibujan bajo los ojos
las noches asesinas
de aquellos sueños que fracasaron.
Delirios proyectados
en un tiempo tan lejano
que desde esta bahía parecen un cuento,
sueños de ayer,
pesadillas de fantasmas.

El barrio que habito
nada tiene que ver
con las luces del pasado.
Los carruajes de caballos
son maderas apiladas y carcomidas
en un rincón donde hoy mean los perros.
Los trajes de terciopelo
y las chisteras de los señoritos
son harapos enrollados
en el fondo de las alcantarillas,
la andrajosa bufanda
del yonqui inmortal,
el taparrabos del hombre
que duerme en un cajero
porque conoce la verdad.

Las orquestas 
son viejos desdentados con una guitarra,
las cigüeñas son artificiales
y ocupan sus nidos de laboratorio.
Los bares son franquicias,
se imitan los unos a los otros.
Cuelgan fotografías antiguas
y venden café asqueroso
por 1,50 la taza.

Este barrio,
una vez soñó con el río
pero hoy permanece estancado
demasiado lejos de algún puente
bajo el que vive una ciudad distinta.
Por esta razón, quizá,
aquel tiempo pasado
se refleja ahora
en todas las parejas que duermen en la calle,
en el local clandestino
donde una bruja predice tu muerte
o en las jeringuillas dormidas
en las papeleras
que inyectaron un pasaje
demasiado caro
hacia la imposible realidad.

Cuando anochece sobre los tejados 
del barrio donde escribo,
un piano lejano
dibuja una melodía desafinada,
una luna de vinilo sigue girando
por los justos
y al compás, mis fantasmas,
surcan paredes
y proyectan puentes
que no se llegaron a construir. 
Fotografía antigua de la iglesia de La Madalena
*Ha sonado A blossom fell, por Diana Krall