miércoles, 27 de abril de 2016

La bondad y la ira: Las últimas horas de vida de Ramón Acín


No suele ser el cómic mi ámbito de lectura más habitual. De hecho, dejó de serlo cuando alcancé la mayoría de edad y guardé en un cajón los tebeos de Superman, Batman, Spiderman y mis preferidos, aquellos Mortadelo y Filemon, 13 Rue del Percebe o incluso Zipi y Zape, que inspiraban mis mañanas de infancia y sol dominical. Pero creo que considerar el cómic un género dedicado a un público infantil o a unos lectores que no rebasan la adolescencia resulta un craso error. Hoy me ocupa la reseña de un cómic histórico, por el tema; confeccionado con un gusto exquisito y una elegancia serena, probablemente, otorgada por el uso exclusivo del blanco y negro. “La bondad y la ira” es una obra de Daniel Viñuales y Juan Pérez, publicada por la editorial aragonesa GP Ediciones, cuyo argumento se basa en las últimas horas de vida del pedagogo, humanista escultor y pintor anarquista oscense Ramón Acín Aquilué. El cómic fue presentado en Jaca, con el Ateneo Jaqués, el pasado 16 de abril dentro de los actos conmemorativos de la proclamación de la II República Española. 

Juan Pérez y Daniel Viñuales, autores de "La bondad y la ira" durante la presentación en Jaca
Sin duda, es Jaca, una de las plazas más adecuadas para presentar este cómic. Mientras Ramón Acín, oculto tras el hueco de un armario, prisionero en su propio hogar, espera la que ya advierte como una muerte segura, tiene tiempo de repasar, a través de unos dibujos que confecciona a la somera luz de una vela, su vida entera, dedicada a propagar su revolucionaria ideología a través de la palabra, la paz y la libertad. En sus recuerdos caben obras, arte, números, revolución, anarquismo, paz, ciudades y nombres propios. En sus recuerdos cabe Federico García Lorca, a quien conoció becado en Granada, o Ramón Gómez de la Serna con quien trabó amistad a través de su primo, el pintor Ismael González de la Serna. En sus recuerdos, Huesca, Zaragoza, Madrid, Barcelona, París…y un boleto de lotería premiado que destinará a producir la película “Tierra sin pan” (“Las Hurdes”) de su amigo Luis Buñuel. Y en el centro de sus memorias, su amigo Fermín Galán, Ayerbe, Anzáñigo, la Sublevación de Jaca del 12 de diciembre de 1930 y la libertad sentenciada a muerte. La parte central de “La bondad y la ira” es el golpe de estado que llevaron a cabo los capitanes Fermín Galán y García Hernández, proclamando en Jaca, por primera vez en España, la Segunda República Española. Ramón Acín fue el hombre de confianza que aguardaba a Galán en Huesca y el que a la postre, avisaría a los capitanes de la traición que llegaba desde Zaragoza, sembrando la muerte por los caminos. Galán y García fueron fusilados y Ramón Acín partió al exilio. Con la llegada de la Segunda República, aquellos capitanes ejecutados fueron los héroes mártires y Ramón Acín volvió triunfante a Huesca. 

Ramón Acín
A partir de entonces, intensificó su labor sindicalista, interviniendo como representante del Alto Aragón en los congresos de la CNT en Madrid y publicando artículos periodísticos sobre el ideario anarquista. A partir de 1932 es encarcelado hasta cuatro veces, por “insultos y amenazas a la autoridad” o bajo la falsa acusación de preparar una nueva sublevación en Jaca. Paradójicamente, la libertad que suponía la proclamación de la Segunda República se convierte para Ramón Acín en ley mordaza y cautiverio. El 19 de julio de 1935 tiene lugar el golpe de estado franquista y Huesca cae en manos de las tropas rebeldes. Numerosos republicanos parten al exilio y otros permaneces ocultos en sus casas. Es el caso de Ramón Acín, que consigue pasar desapercibido tras un armario de su casa, a pesar de las continuas visitas de las tropas franquistas que despacha como puede su mujer, la naturista, esperantista y pianista Concepción Monrás Casas, con la que había contraído matrimonio en 1923 teniendo dos hijas, Katia y Sol. 

Ramón Acín entre sus hijas Sol y Katia. En pie, su mujer Concepción Monrás y al lado, sentada, una mujer no identificada
Conchita Monrás y sus hijas Katia y Sol.

El 6 de agosto, para evitar el maltrato de su esposa a manos de las tropas falangistas, Ramón Acín se entrega, siendo fusilado aquella misma noche. Pero con ello no logró librar de sufrimiento a su familia pues su esposa, Concepción Monrás, sería ejecutada el 23 de agosto. Pasado el tiempo hallaron el cadáver del artista oscense que pudo ser reconocido por llevar en el bolsillo de su pijama pinturas y pinceles, la artillería de un dibujante. “Muerto por refriega en la Guerra Civil” aparece en la partida de defunción 

La producción artística de Ramón Acín fue incontestable y tras su muerte, reconocida de manera universal. A la temprana edad de veinte años ya participa en la Exposición Hispano-Francesa de 1908 que conmemora el Centenario de los Sitios de Zaragoza y su actividad expositiva se mantiene de manera regular, intensificándose en sus últimos años de vida. La Diputación de Huesca becará sus estudios en 1914 y el artista aragonés tiene la oportunidad de conocer Madrid, Toledo y Granada donde entra en contacto con artistas de su tiempo como el citado pintor Ismael Gonzáles de la Serna o el escritor Federico García Lorca. Al regresar a Huesca, ocupa la plaza de profesor interino en la Escuela Normal de Maestras y Maestros de Huesca. Pero es su visita a París, en 1926, la que marca un antes y un después en su producción artística, entrando en contacto con las últimas tendencias vanguardistas, asimilándolas y comenzando así sus trabajos con la chapa retorcida. Fruto de esta nueva corriente y de una nueva y frenética actividad escultórica, en 1929 se instala la Fuente de las Pajaritas que aun hoy se puede contemplar en el parque Miguel Servet de Huesca. -Pajaritas que aparecen decorando las viñetas de “La bondad y la ira” como un leit motiv que directamente nos remite al talante pacifista del artista-. Ese mismo año también se produce su primera gran exposición individual en las Galerías Dalmau de Barcelona. Sus exposiciones recorren ya, sin ningún tipo de dificultad, Huesca, Zaragoza, Madrid pero se ven interrumpidas por el exilio, en 1930 A su regreso, proclamada la Segunda República, expondrá en el Ateneo de Madrid y en el Círculo Oscense. Pero su vida artística, como su vida social, se ve siempre condicionada por la política. Ramón Acín, hombre de palabra y de paz, asombrosamente es condenado a permanecer en prisión en numerosas ocasiones a lo largo de su vida, tan solo por pensar que podía expresar sus ideas libremente. Capítulo aparte merecen sus artículos periodísticos y su trabajo como viñetista que recalca el cómic “La bondad y la ira”. Dibujos en prensa como “Guerra a la guerra” que en 1920 transmite una ideología antimilitarista y pacifista, le llevan directamente a prisión. Así mismo, sorprende su carácter visionario y fantástico con la serie “Corridas de toros de 1970” que presenta en el Teatro Principal de Huesca, en 1923, con un novedoso espectáculo de linterna mágica. Su debut como articulista fue en la revista barcelonesa “La ira”, que contaba con el prometedor subtítulo de “Órgano de expresión del asco y la cólera del pueblo” y a partir de ahí son famosas sus “florecicas” en la revista “Solidaridad obrera”, artículos periodísticos políticos donde dejaba claras sus ideas anarquistas, apostando por la libertad y la paz en contra de cualquier tipo de violencia. Célebre fue el artículo “El noi del sucre” sobre el asesinato de Salvador Seguí donde literalmente decía: “Nadie puede condenar y ejecutar a otro, ni en nombre de la ley ni en nombre de nada…” Así mismo digno de recordar resultará su artículo “Por estética de humanidad”, donde pedía el indulto del poeta condenado a muerte Juan Bautista Acher y condenaba la práctica del garrote vil. Por este artículo, publicado en el Diario de Huesca, sería encarcelado en 1924 
Ramón Acín inaugurando La Fuente de las Pajaritas
Otra ilustración de "Guerra a la guerra"

Dibujo perteneciente a "Guerra a la guerra"
Una época de mordaza y libertad enjaulada la que vivió Ramón Acín que, sin embargo, siempre fue un visionario y un soñador que creía posible la libertad. De hecho, si viera que casi un siglo después de su asesinato, hay titiriteros encarcelados por representar su función y la mordaza de hoy tampoco se diferencia tanto de la que él sufrió, su desesperanza sería mayúscula. Sería adecuado, de alguna manera, contribuir a difundir la memoria de Ramón Acín, tanto artística como vital e ideológicamente. A ello contribuye, sin duda, “La bondad y la ira. 




Fotografía actual de LA fuente de las Pajaritas, en el parque Miguel Servet de Huesca