domingo, 27 de octubre de 2013

Apocalipsis blues



¿Alguna vez has hablado 
a una estatua sin oídos?
¿has atravesado en globo aerostático
atmósferas de roca?

Quizá sea cierto
y este atardecer contaminado
no pertenezca a otoño
y otoño ya no exista,
cuando  tampoco guarda identidad
ninguna otra estación.

Las nubes sucias
acompañan poemas industriales

Con la yema de las pupilas
recorres la línea de la esfera
y observas, esperando respuesta,
una bandada de máquinas fósiles
surcando el cielo.
Pareces ahora
una esfinge de Tebas, 
de rostro pétreo y ceño fruncido,
que desea interpretar algo bello
en el fin de los días.

¿Alguna vez has encontrado
pétalos frescos en mitad del desierto?
Quizá sea cierto
el suspiro de Gea
y el estremecimiento de los árboles.

Harapos de nube y lluvia ácida
precipitan manufacturados poemas.
Escribientes del amor y la utopía, 
resignados,
invocan al cierzo
para escombrar
las grietas del mundo.
Lluvia ácida (Eduardo Laborda)
(*Espectacular retrospectiva de Eduardo Laborda en La Lonja de Zaragoza -Pza del Pilar S/N-, hasta el 17 de noviembre)


miércoles, 23 de octubre de 2013

La Pabostría (relato)



      


          En aquellas tardes, mediado octubre, la puesta de sol ya venía acompañada por la algazara de negros cormoranes, blancas garcetas y las grullas, que sobrevuelan la ciudad, rumbo a lugares más cálidos, como el campo de Extremadura. Y rumbo a algún rincón acogedor también migraba, Roberto García Suñén, cuando se ocultaba el sol a orillas del río y predecía noviembre el primer frío que eriza la piel del caminante desocupado. Normalmente comenzaba con un café, escueto, tímido. La copa seguía al oro negro y era realmente el trago que reconfortaba su espíritu. Roberto se había acostumbrado a salir solo y a beber mucho, mucho más de lo que aconsejaría cualquier médico. Era un hombre cuya historia personal había convertido en lánguido, despreocupado; un estudioso de la Historia, ávido lector y aficionado a la escritura que había dejado de lado el mundo de las letras por, digamos, placeres más mundanos y menos azarosos. Tan solo, de vez en cuando, en sus apáticos paseos recuperaba ese interés por la historia de su ciudad y por todo lo antiguo y solía perderse por el casco viejo recobrando mil y una anécdotas que recordaba de su anterior época como universitario. Entonces, había que imaginar la ciudad como se vería a través de un lienzo antiguo. Envejecida, tenue, como iluminada por lámparas de gas. Fachadas oscuras de caserones sucios, adoquines irregulares por las calles, hogueras en las esquinas que calentaran y protegieran del cierzo helador. Así es como veía él la ciudad. 

              Pero Roberto, con los años de, llamémoslo “inactividad”, había adquirido alguna que otra mala costumbre que preocupaba a su anciana madre, más de lo debido. Y es que el último destino de sus rondas nocturnas siempre era el burdel. De hecho, había fraguado una bonita amistad financiada y sexual con Conchita, una dama de vida alegre que trabajaba en la Calle Refugio, en una casa llamada El fruto del manzano. Conchita era una belleza autóctona, un tanto insólita, roya y de ojos claros. Tan considerable era su amistad con Roberto que este la invitó varias veces a casa de su madre, para cenar, después de haber pasado un buen rato entre las sucias sábanas de aquel cuchitril que no podía llamarse siquiera Club. Para su madre, católica de misa los domingos, confesión y comunión, esto era demasiado. De modo que la buena señora se había entrevistado con el párroco de su diócesis, el padre Enrique, para ver cómo podían ayudar a su chaval de cuarenta años y enseñarle el buen camino de la existencia sin saber que, si realmente Roberto había llegado hasta este punto, era por haber descubierto precisamente lo que era la vida. 

              Padre Enrique, de Medellín, era un alma despreocupada. Así que comenzó a provocar lo que pretendían ser unos encuentros fortuitos. Una charradica aquí, un vinito allá, un paseo hacia la iglesia, “ya que llevamos el mismo camino” El caso es que la insistencia del cura provocó que Roberto cambiara sus rutas habituales y casi de manera involuntaria, evitó que volviera a pisar el burdel, al menos, durante unos días en los que recuperó su hábito anterior de pasear los museos, los barrios antiguos y los Cafés históricos de la ciudad, retazos de lo que fue su vida como estudiante.




           En una de esas tardes tan alargadas que ya la noche enfrentaba la madrugada, al entrar en la plaza de las catedrales Roberto, entre la niebla, sintió una presencia no identificable. Era algo impalpable. Se dejaba advertir pero tampoco se podía afirmar que fuera real. Lo que quiero decir es que podía sentir perfectamente que le estaban observando, sin ver nada, más allá de la niebla. Del mismo modo que Tourneur rodara el primer ataque de la mujer pantera en Cat people, entre las sombras de las callejas antiguas, Roberto era incapaz de discernir unos ojos vigilantes posados sobre su espalda. Sin embargo, estaban ahí. Aligeró sus pasos. Aquellas calles que tanto había estudiado, le refugiarían de cualquier ataque del mismo modo que, allá por 1809, resguardaron a los zaragozanos en los ataques de las tropas napoleónicas. Enfrentaba la calle de la Pabostría, otrora llamada Pabostre, e inmortalizada por Pérez Galdós en su episodio nacional titulado Zaragoza. Aquí, en los famosos Sitios, la ciudad se defendió con tal rebeldía y resistencia que las tropas francesas avanzaban por números de portales, ni tan siquiera por calles. Roberto reparaba en todas estas porciones de la Historia que tanto había estudiado para calmar su desasosiego. Bajo las farolas de la estrecha calle y junto a la tapia que delimita el jardín de la Catedral, Roberto descansó unos segundos apoyado en una de las fachadas de las antiguas casas donde todavía se pueden apreciar los sillares de la muralla romana, reutilizados aquí para levantar nuevos palacetes. “Pabostría” repitió para sus adentros, leyendo la placa que nombraba la calle. Lo hizo como rebuscando en su mente una puerta que se había cerrado y que ahora parecía querer abrirse. Pabostría, praepositus. Era un cargo eclesiástico que administraba los bienes, las rentas y se encargaba de la distribución de las raciones para el clero. También, antiguamente, estaba situado en esa parte de la ciudad el horno que llevaba el mismo nombre, donde se preparaba el pan de la iglesia y las hostias que se repartirían durante los oficios religiosos. Pero no era este punto el destino al que su cerebro quería llegar. Había más. Había una leyenda, una historia que pertenecía al Aragón fantástico, brujo, espiritual. Un mito sobre el alma en pena de un clérigo que vagaba las noches de niebla, atrapando las almas sucias, pecaminosas y arrastrándolas hasta las orillas del Ebro, el río que se encargaba de hacer el resto, hundiéndolas en el fondo de sus profundas aguas oscuras. Pero ahí se detenía su mente. No iba más allá. Y a decir verdad, no era mucho. Además Roberto confiaba en la Historia y nunca se había dejado llevar por cuentos de brujas y aquelarres. Pensando esto, fue el instante en que, de repente y entre el vapor de la noche, advirtió la presencia corpórea de una túnica negra, apenas una silueta, detenida al final de la calle, cercana al ojival Arco del Deán. Tímidamente fue hacia ella, impulsado por el deseo de descubrir quién se ocultaba bajo esa capa. Y en el momento que podía tocarla, alargando un poco el brazo, la sombra atrapó su muñeca, con un rápido movimiento de la mano izquierda y fuertemente, inmovilizó a Roberto. Un farol suspendido en el muro completó la escena. Iluminó completamente la silueta y el rostro del padre Enrique. Roberto no entendía nada. Preguntó entre gritos qué era aquello, por qué ese hombre había seguido sus pasos, de madrugada, hasta aquella calleja y cuál era el propósito de su ataque. Sin mediar palabra, el clérigo sacó con la mano derecha un crucifijo de plata que enfrentó al rostro de Roberto, como si este fuera un vampiro o el mismísimo Satanás. ¡Por la salud de tu madre te ordeno, que no vuelvas a visitar esas casas que ofrecen la carne del pecado a cualquier precio, que no regreses nunca a un burdel! - exclamó el cura-. Y cuando el padre Enrique esperaba la claudicación y el miedo reflejados en los ojos del chico, fueron sus propias pupilas las que reflejaron un pavor gélido, desconocido hasta entonces por el párroco, cuando Roberto sacó de su bolsillo una fotografía de su amiga Conchita encamada con el cura, una sórdida noche de diciembre, después de la misa del gallo. 

           La sombra negra desapareció. Roberto comprobó de esta manera el origen de ciertas fábulas fantásticas como la de Pabostría. Sacudiéndose el frío de la noche, sacó el teléfono de su bolsillo y marcó un número. Conchita, ¿qué tal estás?



- Fotografía 1 de la Calle Pabostría, escogida de Ojo digital
- Fotografía 2 de la Calle Pabostría, donde podemos observar la puerta que fuera la principal de la Seo, allá por el siglo XVI, escogida del blog A la sombra de la sabina
- Fotografía 3, Calle Pabostría y trasera de La Seo, obra de Miguel Sanz 
- Fotografía 4, en propiedad. 
- Fotografía 5, La Seo, escogida de Saucépolis, autor: Fernando Lafuente Ferrer. 

Música: Nino Rota, Amarcord (1973)

Nota: Este relato está vagamente inspirado en un corto titulado La Pabostría, realizado el año en que nací, 1981, por Jesús Ferrer, Juan José Lombarte y Carlos Pomarón. Dejo a continuación el corto:
 

domingo, 20 de octubre de 2013

Entre orillas



Entre orillas

Desde esta orilla

intuyo en el último sol

las notas que rematan

cierta rapsodia in blue

ahora que una incertidumbre

se desploma sobre el río,

frente a la plaza del obelisco

y junto a la noria,

rapsodia azul,

aunque esta metrópoli

no sea Nueva York.



Por una vez, la otra orilla

es mi orilla

y al lado opuesto del puente

observo cómo se conmueve una ciudad,

ajena,

que se desprende

y no me corresponde.



En tu piel se han escrito muchos pasados

con la tinta en que se impregnan

las huellas dactilares de los culpables.

Y tú, una vez,

fuiste el inocente folio en blanco.

No dejes que esta ciudad

clave en ti sus agujas                    
(hunda en ti sus saetas)


Si estuviera en tu ribera

te hablaría:



Apacigua tus pisadas

y ensaya cuidadosamente el camino

en borradores de senderos luminosos.

En esta metrópoli que no es Nueva York

también tenemos un río,

somos esclavos de sus fluctuaciones.

Pero tú, no ceses de mirar

hacia adelante

sin ignorar la espalda.

Y no dejes que esta crecida

devore los cauces

para tu próximo estiaje.



* Primera imagen: Ilustración antigua del Puente de Piedra de Zaragoza sobre el río Ebro, por  el artista flamenco Antonio de Wijngaerde en 1563 (http://www.heraldo.es/)
* Canción: Rhapsody in blue (George Gershwin. 1924)
*Última fotografía: Panorámica desde el aire de los puentes de Zaragoza. (http://ecoter.wordpress.com/2011/03/)


jueves, 17 de octubre de 2013

Atención, please...redoble de tambor: Nuevo blog a la vista!




Pues sí queridos blogueros, poco he tardado en infectar a cierta persona (persona amada, por cierto) con la fiebre de los blogs. Aquí tenéis el nuevo blog de Lucía: Papers de bòtil Y aunque esté así, titulado en menorquín, aviso para navegantes castellanos que el blog está escrito en nuestro incomparable y rico idioma. Papers de bòtil (Papeles de botella) recogerá historias y anécdotas viajeras varias, versos (eso sí, mucha poesía), reseñas literarias y atención, el plato fuerte: Cuinetes de na Llusia, o sea, recetas de cocina y especialidades menorquinas. A mí ya me apetece entrar. No sé por qué, pero se me está abriendo el apetito.Además, he tenido el honor, junto a mi amigo y poeta Ricardo Usón, de formar parte de esta entrada, en un video por el que desde ya pido disculpas porque, desde luego, no estaba yo muy inspirado para leer aquella noche (el vino es lo que tiene). Pero, como fue algo improvisado y esto es lo que sabe y sale mejor, pues ahí queda eso. Y forma parte del ciclo Cenas de Pabostría que ya inaugurara en este blog, nuestro amigo Raúl Garces. Además, en esta primera entrada también está ya incluída la primera receta menorquina y el primer tema musical con que se regalan los oídos del bloguero visitante. Lo dicho, disfrútenlo y larga vida al blog!

Hala! Ya somos blogueros los dos así que para celebrar este insigne día, dejamos estas dos foticos:

martes, 15 de octubre de 2013

Ancestral

Jardín Botánico de San Fernando. Abandonado, en pleno centro de Lima (Perú)
Roto el humo 
de la despedida que es dulce,
olvidado del café en taza de loza,
del amor en alambre de espino
y la jaula cerrada en el zoológico
que una vez fue mi hogar,
sigo la senda del instinto
y del sexto sentido, perdido,
cuando el hombre dejó de ser animal.

Rota la distancia
con una esencia primitiva,
quedo al límite. 
Como horizonte, un abismo
donde solo me rodea la vida.
La noche es oscura
y el canto del ave nocturna,
claro.
Cierro los ojos, doy un paso.

No desfallezco.

Se marchitan los jardines botánicos.
Grita el bosque.

Me acoge un ancestro.

(Fotografía para ilustrar el poema extraída del blog Maquina verde)

sábado, 12 de octubre de 2013

12 de octubre


De tus ojos encendidos
brotan miles de palomas,
y tus manos bordan arte
cuando bailas una jota.

No hay en el mundo un lugar
tan hermoso como el nuestro
porque sólo aquí se juntan
Pilar, Zaragoza y Ebro.

© Miguel Ángel Yusta de Cancionero de coplas aragonesas (Ed. Olifante. De la Colección Papeles de Trasmoz)

En el siguiente video Luigi Maráez y Âlime Hüma musicalizan algunas coplas de Miguel Ángel Yusta:






 FELIZ DÍA DEL PILAR

lunes, 7 de octubre de 2013

Otro tipo de ciudad

Versión alternativa del cuadro Nighthawks, de Edward Hopper, con Frank Sinatra, Marilyn Monroe y JFK Lo de McDonald's no me gusta.


La luna tendida, trasnochada, amarilla,
henchida de llanto.
La avenida vacía, los semáforos parpadeando,
los tranvías parados, las cocheras saciadas.
La alambrada de un descampado,
los sucios desagües, los gatos errantes,
los ríos sin nombre, los ríos suicidas.

Todas las esquinas son un bar titulado Nighthawks.

Mi ciudad se ha transformado.
Ya no es aquella que fue.
En este atardecer inexplicable,
las plazas son más anchas
y en cada esquina, hay un hombre tendido
y en cada pedazo de cielo
un buitre sobrevuela
cada una de sus cabezas.

En mi ciudad no había buitres.

Hace tiempo la llamé Imposible.
La desnudé, después
y contuve su recuerdo, quimérica, ahumada,
derretida al sol.

Ahora persiste una sombra que se cierne.
Se extiende la carroña
y en las terrazas se siente la morgue.
El río lleva su hedor.
A la vuelta de la esquina,
aguarda tu depredador.

domingo, 6 de octubre de 2013

Domingos musicales: Dean Martin, para sentirnos bien

Feelin' good!
Vamos a sentirnos, por unos instantes, tan relajadamente bien como el bueno de Dino se siente aquí, en ese sofá azul, con cojines naranjas. Vamos a sentirnos como si bebiéramos, como él, un Dry Martini al Dean Martin style, esto es, en la soledad de una barra de bar tranquila, a media luz, en la tristeza sosegada (lejos de los dramas) de un momento para la recapitulación. ¿O es que pensaban ustedes que dry martini y Dean Martin tienen las misma iniciales por casualidad? A este respecto, hablaré con Dani Martín...

De momento disfrutemos de Gentle on my mind

jueves, 3 de octubre de 2013

Voces de Pabostría: Corazón coraza (Mario Benedetti)




Corazón coraza


Porque te tengo y no
porque te pienso
porque la noche está de ojos abiertos
porque la noche pasa y digo amor
porque has venido a recoger tu imagen
y eres mejor que todas tus imágenes
porque eres linda desde el pie hasta el alma
porque eres buena desde el alma a mí
porque te escondes dulce en el orgullo
pequeña y dulce
corazón coraza

porque eres mía
porque no eres mía
porque te miro y muero
y peor que muero
si no te miro amor
si no te miro

porque tú siempre existes dondequiera
pero existes mejor donde te quiero
porque tu boca es sangre
y tienes frío
tengo que amarte amor
tengo que amarte
aunque esta herida duela como dos
aunque te busque y no te encuentre
y aunque
la noche pase y yo te tenga
y no.


©Mario Benedetti

Voces de Pabostría es una nueva sección del blog donde recogeremos poemas que, por una u otra razón, han sido protagonistas de la semana. Pueden ser tan universales como el de hoy o tan desconocidos que hayan sido encontrados en un papel arrugado, en algún rincón de la ciudad o escritos en la fachada de un portal. Será una rincón para los jueves más inspirados. El poema que abre hoy la sección es de sobras conocido, se trata de Corazón coraza, de Mario Benedetti (1920-2009) pereneciente a Noción de patria (1963) Un poema de 28 versos libres, sin rima pero con cierto ritmo consonante que proporciona la necesaria musicalidad requerida por el texto. Inolvidable la metáfora "porque tu boca es sangre y tienes frío", se trata de uno de aquellos poemas de amor imprescindibles. ¿Y por qué este poema? Porque la mañana del martes, para desayunar, Lucía hizo sonar la canción Corazón coraza de Tremendamente, grupo nacido entre Vic y Menorca, hace unos diez años, proyecto musical de Dani Rifá. La canción de Tremendamente pertenece a su disco Soñar bien despierto (2009) y se trata del poema de Mario Benedetti musicalizado. Suena así:




Portada de Soñar bien despierto (2009) de Tremendamente, disco que incluye "Corazón coraza"


Por otro lado, pero en la misma línea, otra sección que se abre hoy es "Cenas de Pabostría: versos y relatos, en casa" Anoche, nuestro primer invitado fue Raúl Garcés que nos obsequió con la lecura de su microrrelato Café de Arles:

Para el amigo Kinezoe, por cierto, el cuadro Café de Arles suena así.
Y así nos hemos ido de Benedetti a Van Gogh, pasando por Tremendamente y por Raúl Garcés. No me digan que nos es completita la entrada.

martes, 1 de octubre de 2013

Mare nostrum


Entre la inabarcable y cálida inmensidad
del Mare Nosrum
soy un oasis de ciudad arruinada,
entre agua y agua
de isla olvidada
y pienso, sin saber bien por qué,
en la desvencijada luz oblicua
que ilumina Zaragoza,
ciudad de interior.
Pienso, cogido de tu mano, isleña
y en tus ojos, otra isla,
próspera y tranquila.

Entre el caos que proporciona
la uniformidad del lecho marino
recuerdo tu costa, tramontana.
Ya puede la espuma insobornable de los días
intentar borrar
las huellas que sigo
y forman mi camino.
Yo fijo el rumbo entre tus pisadas
para capturar la luz oblicua, luz azul
del faro que gira para iluminar
aquellas sombras quietas.



Esta deliciosa bossa nova con que termino esta entrada está compuesta e interpretada por Chris Rea y se titula Still beautiful. Pertenece a su disco King of the beach, un trabajo dedicado en su totalidad a canciones de playa, de mar, de verano. Definitivamente muy recomendable, aunque estemos ya en octubre.