sábado, 10 de mayo de 2014

James Dean: morir por una pasión




Del mismo modo que Marilyn Monroe, la imagen de James Dean fue alterada, mitificada y erróneamente valorada en una opinión demasiado extendida por el culto necrófilo de insaciables mitómanos anhelantes de recuerdos que, todavía con el cadáver del actor caliente, inventaron todo tipo de sensacionalismos que poco o nada tenían que ver con la vida del malogrado rebelde, sin causa aparente. Se habló de suicidio, de mujeres enamoradas que suspiraban por él (entre ellas Natalie Wood y Elizabeth Taylor, compañeras de reparto) de sus tendencias homosexuales todavía en una sociedad llena de prejuicios  (fomentadas por su amistad con Rock Hudson), de su afición al rock cuando solo escuchaba jazz, preferentemente el de Billie Holiday, de su adicción a las drogas… Los que verdaderamente creían conocer al actor, no tenían ni idea de todo lo que Jimmy fue. Probablemente, la persona que un discreto camarero y amigo pudo conocer, en las confesiones de aquellas pequeñas y primeras horas de la madrugada del 29 de septiembre de 1955, es mucho más cercana que la imagen del mito con la que hoy, siglo XXI, todavía identificamos a James Dean.


Ceferino Carrión, alias Jean Leon, un cántabro que hizo realidad el gran sueño americano, era camarero del restaurante Villa Capri, en Hollywood, cuando James Dean le ofreció la oportunidad de abrir juntos un local. Leon, que había trabado con el actor una fuerte amistad, fue testigo de sus últimas horas, antes del fatal accidente. El español que, en los años posteriores, fuera dueño del afamado restaurante La Scala, define a Jimmy Dean como un joven intelectual con quien conversaba en Castellano (idioma que estudió en Santa Monica), un hombre sensato que no despilfarraba el sueldo que había ganado con  Al este del Edén y que, incluso, había llegado a abrir un seguro de vida (algo impensable en un suicida). Además, era un hombre enamorado. Su compañera de La Escuela de Interpretación Mrs. Schneider, Anna María Pier Angeli, había sido también la mujer que le había acompañado en sus primeras juergas nocturnas cuando, también en compañía de otros actores como Sal Mineo, Natalie Wood, Tennesse Harport, Dick Adams, Ana María Bergueti o Marisa Pavan (hermana gemela de Pier Angeli) ocupaban las mesas más apartadas del Villa Capri para devorar trozos de pizza que, algunas veces, no podían pagar. En aquella época el encargado del famoso restaurante solo permitía la presencia de aquel grupo de jóvenes desconocidos, en una mesa arrinconada y apartada del local donde no molestaran a los demás actores “de verdad”. Cuando James Dean saltó a la fama y aquel mismo encargado le ofreció la posibilidad de firmar las cuentas de las cenas para pagarlas cuando él quisiera, el actor le dijo que valía en aquellos momentos tanto como había valido cuando era un actor desconocido y que siempre pagaría al contado. Así que, noche tras noche, Jimmy acabó enamorándose perdidamente de Pier Angeli que, aunque menos intensamente, sí acabó correspondiendo al actor. Sin embargo, la madre de la actriz italiana tenía otras perspectivas y buscaba para su hija un buen partido y no un aspirante a actor. Al final, Pier Angeli accedió a los deseos de su madre y se casó con el aspirante a cantante Vic Damone. Sin embargo, una carta reconociendo su amor por James Dean reposaba junto al cadáver de Pier Angeli aquellla noche del diez de septiembre de 1971, cuando la actriz italiana moría por una sobredosis de barbitúricos. El desamor por Pier Angeli afectó a Dean pero no hasta el punto de querer, ni siquiera pensar, en quitarse la vida.
James Dean y Pier Angeli
 
Una fiesta en el Villa Capri organizada por Frank Sinatra. En la mesa, James Dean y Ursula Andress


James Dean estaba en pleno rodaje de Gigante cuando, al llegar la noche, se dejaba caer por el Villa Capri para comer algo, tomar unos tragos relajadamente y hablar de negocios con su amigo Jean Leon. Además, el once de septiembre de 1955 había nacido el primer hijo del camarero, Iván Leon y Jimmy había aceptado ser su padrino. El actor había acordado abrir un local con Jean. Él pondría veinte mil dólares de su bolsillo y su amigo camarero aportaría su experiencia en la hostelería. Y precisamente fue lo que motivó que el actor estuviera en el Villa Capri aquella madrugada del 29 de febrero de 1955 y Jean Leon fuera de las últimas personas en el mundo que vio a James Dean con vida.

Después de hablar del local y dejar todo en manos de Jean Leon la conversación derivó a la otra gran pasión del actor: las carreras de coches. Un contrato con la Warner le impedía participar en carreras mientras no hubiera acabado la película. Pero en aquellos momentos James Dean se encontraba con una gran sensación de libertad, sonriente y deseando poner a punto su flamante Porsche Spyder, pues el rodaje de la película ya había concluido y participaba en una carrera que se celebraba el domingo en Salinas. Era viernes 29 de septiembre de 1955. Jean Leon sirvió la cena al actor y en los postres se sentó en su mesa para hablar del negocio que traían entre manos. Quedaron para ir al banco el lunes siguiente, para arreglar todos los papeles. James Dean se mostró entusiasmado con el proyecto del local y le pidió que se quedara con su Ford Station durante el fin de semana ya que él iba a coger el Porsche Spyder para trasladarse a Salinas y disputar la carrera. Dicho esto y despidiéndose hasta el lunes, James Dean abandonó el local y Jean Leon no volvió a verle. Efectivamente, el camarero llevó el Ford a la vivienda de James Dean, en el valle de San Fernando (vivienda que el propio Leon le había buscado) y transcurridas unas horas, llegó el sábado, 30 de septiembre de 1955 James Dean se dirigía a Salinas con su Porsche Spyder, acompañado por su mecánico, Rolf. Según palabras del propio Rolf (que escapó con vida del accidente) James Dean y él mismo vieron cómo un Ford se aproximaba a un cruce para incorporarse a la carretera general por donde circulaban ellos. Al ver el Ford, los dos se preguntaron en voz alta si el conductor sería capaz de ver el Porsche y James Dean dijo “El Ford se detendrá”. No se detuvo. El Porsche Spyder del actor y el Ford de un tal Donald Turnipseed colisionaron y James Dean murió al instante.


Estos son los hechos claros de lo sucedido y no es necesario mitificar la historia del actor ni llenarla de mayor parafernalia. Posteriormente se fomentó la imagen del adolescente incomprendido, del enamorado atormentado, del “vive rápido, muere joven y deja un bonito cadáver”. El adolescente enamorado, incomprendido, de mirada perdida es solo una pose. James Dean tenía miopía y es por eso que, en ciertas ocasiones, miraba como si no viera…porque realmente, no veía.  En resumen, solo se trata de un actor joven, agraciado, que tuvo la mala suerte de morir en un accidente de coche. Solo rodó tres películas y es imposible saber qué hubiera sido de James Dean si hubiera continuado su carrera como actor. ¿Otro Marlon Brando? ¿Mejor o peor que Paul Newman? Son incógnitas. Lo que es cierto es que, según el testimonio de un amigo suyo, Jean Leon, James Dean era más un intelectual que un juerguista. Era un hombre solidario, que trataba de ayudar a otros actores menos conocidos que pasaban los mismos apuros que sufrió él antes de ser una estrella. Era un hombre emprendedor, que quería abrir un restaurante con su amigo, no era precisamente un despilfarrador. Administraba bien lo que ganaba. Y en conclusión, no era un mal tipo. Solía tratar bien a su gente y no se le subió el éxito a la cabeza. Cenaba lo que podía en el Villa Capri cuando era un desconocido. Cuando fue un actor valorado seguía cenando en el mismo rincón del Villa Capri, invitando a los mismos compañeros de entonces. 
Una imagen no muy corriente de James Dean, partiéndose de risa. Su acompañante es otra española, Sara Montiel

Esta es la visión que nos deja Ceferino Carrión, alias Jean Leon, que está recogida en el libro Jean Leon: el rey de Beverly Hills, escrito por Sebastián Moreno. Su autor, Sebastián Moreno, recogió el testimonio del cántabro Jean Leon y todas las anécdotas vividas en Hollywood con las estrellas. Entre otras cuestiones, Leon fue el que sirvió la última cena a Marilyn Monroe o el que se vio involucrado con Frank Sinatra en “El caso de la puerta equivocada”, anécdota que podemos leer en el blog de Frank Sinatra. Merece la pena acercarse a esta biografía. Jean Leon confesó estas anécdotas a Sebastián Moreno, a lo largo de los años y permitió su publicación bajo una única premisa: que el libro fuera publicado una vez él hubiera muerto. Y así se hizo. Jean Leon: El rey de Beverly Hills se publicó en 2002, cuando su protagonista llevaba seis años muerto.
Jean Leon no pudo llevar a cabo el proyecto de montar el restaurante con su amigo James Dean. Pero posteriormente fue el dueño de La Scala, uno de los restaurantes más famosos de Hollywood.

martes, 6 de mayo de 2014

Carretera y manta




Fotografía de El viajero sin prisa En la zona de Bielsa y Pineta (Pirineo aragonés)

Resulta necesario

disminuir el ritmo.

Coger el paso a tantos kilómetros

que nos conforman,

acordar la dirección en los caminos

y en el tiempo de la prisa,

erigir una estatua

para el sosiego.



Erigir una estatua,

con nuestras manos,

y así construir la calma,

continuar el pacto.

A veces, lento el abandono,

acelera el nuevo encuentro de siempre.
Siempre
hay un paisaje esperando

en el boceto que dejamos atrás.

Y es que nuestras palabras

todavía se leen bajo la lluvia

porque una promesa no caduca

cuando mueren las ciudades.


Hay una canción especialmente adecuada para las escapadas por carretera...una carretera del trueno: