miércoles, 26 de marzo de 2014

Soles a la inversa


Crepúsculo a la inversa.

Alejado y ajeno
al deslavazado ritmo 
que imprime la vida en la ciudad,
el regreso al cauce, 
al regato del río,
apacigua los nuevos surcos
y en la mañana inédita
un sol brumoso
enciende a tientas
las incrédulas cumbres.

Durante el corto sopor de la siesta
me susurró un trasgo sin alas
que, al cambiar de lugar,
se alarga el instante
hasta lo invisible.
Yo aquí, extiendo los segundos
como quien, pasados los siglos,
desempolva una alfombra
de sus primeros pasos.

Es el milagro de los bosques,
fiel refugio sin fronteras,
el postrer encuentro de un amanecer
a la inversa.
Respirar y contar todos los sonidos
que pueblan
el silencio de la montaña.


Este es un poema de ese silencio que podemos escuchar en la montaña, la paz, el sosiego y todo lo que el entorno nos regala lejos de la ciudad. Esta entrada del blog Mare Brava también habla de ese silencio. Cuentan que, en Jaca, la nieve ha dado la bienvenida a la primavera. Lo podemos ver aquí
Para terminar, od dejo con un tema titulado Darling pretty de Mark Knopfler

domingo, 23 de marzo de 2014

Domingos musicales: El valle de las estrellas


Esta semana pasada fueron varios días importantes: el día del padre, el día de la felicidad, el día de la poesía, el primer día de la primavera... Pero también fue, en concreto el lunes, St. Patrick's day. Para celebrarlo, un poco tardíamente, traigo hasta este domingo musical la delicada pieza El valle de las estrellas del grupo O'Carolan, tema correspondiente a su álbum Nota de paso. Esta vez O' Carolan está acompañado por el cuarteto de cuerda Concuerda durante un concierto en La Campana de los perdidos. Aunque el sonido de esta pieza nos invita a soñar con los campos irlandeses, su orígen hay que buscarlo en la música tradicional de la zona del Pirineo aragonés, más concretamente, en la población de Aragües del Puerto, en el Valle de Hecho (Huesca)



Es probablemente el álbum Nota de paso, el más relajado en la discografía de O'Carolan. Como una constante caricia de acordes delicados que encuentran la belleza en el minimalismo, en el momento fugaz, en aquello que transcurre antes nuestras miradas, casi sin darnos cuenta. Altamente recomendable.

miércoles, 19 de marzo de 2014

Soltando lastre


El sueño de viajar
y no poder arribar
me mantiene en vela.

A ti, mi extraño, escribo.
Suerte de engaño, mal chiste,
burla.
Sin desearlo, parte de mi,
como un estigma
disfrazado de indentidad,
uno de esos abismos que me conforman
y poco a poco,
van destruyendo.

Soltando viejos lastres
que impiden mi rumbo certero
estoy aquí,
imaginándote. 
Y cuando te pienso
rompo los pactos
y las cartas selladas
y las mentiras;
desprecio todos los espejos
que reflejan mi sangre.

Así te escribo,
desprendido,
como a una huella 
que no quiero repetir,
la roca donde ya no tropieza
mi insomnio. 

Porque la pesadilla de viajar sin rumbo
murió con los pasos que te alejaban,
inédito.

A ti, mi hallado,
escribo.
Odiado antes del ser.
Mi última posibilidad,
mi decepción,
mi constructor de precipicios.
A ti, mi extraño.
A ti, mi padre.


Cada uno celebra el día del padre como buenamente puede. Yo pasé muchos años durante la EGB, obligado en clase de Plástica a construir artilugios poco productivos para regalar cada 19 de marzo a un hipotético padre. Al llegar a casa, los diabólicos artefactos se acumulaban en mi habitación sin tener un destinatario claro excepto el polvo. Debían suponer los curas que todos los niños que iban al Calasancio, debían tener padre. Pero no era así. Con este poema saco el dedo corazón a todos aquellos curas del Calasancio y rompo todos los maléficos artilugios que construíamos en clase para el día de San José.

martes, 18 de marzo de 2014

Sesión de cine, momentos: La hora de los valientes (Antonio Mercero. 1998)


Llegada de Las meninas a Ginebra
El romántico recuerdo que existe hacia la República en nuestro país, comprensible, lógico y cada día más extendido, ha tenido su reflejo en el cine español con un gran calado, en algunas ocasiones de manera más justificada o mejor abordada que en otras. Pero aún así,  El Museo del Prado es más importante para España que la Monarquía y la República juntas, decía Manuel Azaña, presidente de la Segunda República Española y en torno a esta premisa gira el argumento, en ocasiones demasiado previsible, de La hora de los valientes. Todo el trasiego que llevaron las obras de arte del Museo del Prado durante la Guerra Civil española es un tema muy amplio y complejo que en esta película se roza de pasada y se intenta reflejar en la imagen de Manuel (Gabino Diego) un joven anarquista, celador del museo que, en el último momento, rescata el Autorretrato de Goya, de debajo de unos escombros (algo completamente increible que los responsable del Tesoro Artístico dejaran olvidada esta obra). En la realidad, las obras viajaron a Valencia, de ahí a Barcelona y de Barcelona a Figueres. El compromiso internacional, al principio, fue nulo y hubo que esperar a 1939 para que se decidiera enviar las obras a Ginebra. En todo este éxodo artístico, relatado minuciosamente en Éxodo y exilio del arte (Arturo Colorado Castellary) el peor parado fue, precisamente, Los fusilamientos del 2 de mayo de Goya, que fue rasgado contra un balcón durante el traslado a Barcelona, desde Valencia. Quizá por esta razón, a modo de homenaje y como una premonición de la penuria que sufrió el Madrid republicano, la película comienza y finaliza con esta obra y con el entrañable Manuel explicando la vida y milagros de su autor, Francisco de Goya.
Pero la cinta, alejada de tintes realistas para aproximarse más al romanticismo, no cuenta el periplo de aquellos tesoros viajando hasta Barcelona y después a Ginebra. Lo que aborda es la tierna historia de ese humilde celador viajando por un Madrid desolado y protegiendo en todo momento el Autorretrato de Goya, hayado bajo los escombros de una sala del Prado. Y pretende reflejar, en la figura de Manuel (sin duda, el nombre del celador protagonista de esta historia es otro guiño a Manuel Azaña), a todos los valientes que, en algunos casos, se jugaron la vida por salvar el arte de la barbarie humana de la guerra.
En algunas ocasiones, la película lo consigue, pero en la mayoría cae en una sensiblería facilona en una historia donde, desde el minuto uno, el espectador sabe cómo va a terminar. Sin embargo, hay un par de momentos que me gustaría destacar de La hora de los valientes. Uno de ellos se produce hacia la mitad del metraje. Manuel, vive en una pensión regentada por su tía Flora (estupenda, Adriana Ozores) junto a Carmen (Leonor Watling), una joven que rescató, tras encontrarla en el metro de Atocha durante un bombardeo y al abuelo Melquiades (Luis Cuenca). 
Flora (Adriana Ozores), Melquiades (Luis Cuenca) y Manuel (Gabino Diego)

Carmen (Leonor Watling)
La familia no sabe dónde esconder la obra rescatada del Prado. Durante una inspección de los milicianos, deciden colgar el cuadro en la pared como si fuera un simple retrato y ante la pregunta de uno de ellos, Melquiades irónicamente responde "es mi tío Paco, de Zaragoza" y de esta manera consiguen que la obra pase desapercibida y burlar el registro al que son sometidos. Otra de mis escenas preferidas en esta película ocurre durante el "bombardeo de pan blanco" que las tropas franquistas hicieron sobre Madrid, mientras por la radio se escucha esta propaganda del bando republicano: "Atención madrileños, para acabar con nuestra moral de heroica resistencia, aviones rebeldes han comenzado a arrojar sobre la población panecillos envueltos en insultante propaganda fascista, no comáis ése pan envenenado, el pan que llegue a vuestras manos debéis entregarlo en la comisaría más próxima o en vuestro sindicato, ese pan que nos tira Franco como si fuésemos perros". Carmen decide recuperar algunos panecillos envueltos en propaganda franquista ya que el hambre hace estragos en todos los habitantes de la pensión de Flora. Cuando Melquiades llega a casa y ve a Carmen comiendo de este pan, pone el grito en el cielo y le pide que deje de comer porque está envenenado. Al final de la escena Melquiades acaba comiendo también de ese pan, maldiciendo a las tropas franquistas y gritando ¡Viva la República! Es una escena que traslada con un punto cómico la cruda realidad que vivían los madrileños durante el asedio. 
Manuel con Goya debajo del brazo y Melquiades.
Con todo, quisiera destacar como aspectos más realistas que sí traslada la película, las largas colas que había que esperar para conseguir algo de aceite o leche, a través de las cartillas de racionamiento. La necesidad de vender cualquier efecto valioso, a pesar de que su valor fuera sentimental, para poder sobrevivir; la falta de comida, el hambre, o recurrir al disfraz de embarazada (como hace Carmen en una escena) para recibir más alimentos en las colas que formaban las mujeres con la cartilla de racionamiento. Son aspectos que dan cierto realismo a la película pero quizá no el suficiente. Así pues, La hora de los valientes es un buen intento pero se queda ahí. No cuenta la aventura que sufrieron las obras de arte, viajando desde el Museo del Prado y tampoco consigue personalizar toda esa hazaña en el personaje de Manuel ni, precisamente, recuperar todo el sentido que tiene la frase de Manuel Azaña y que parecía ser el motivo en torno al cuál quería girar la obra de Mercero. 


martes, 11 de marzo de 2014

Un viejo flexo




El pasado ocho de enero el Ateneo Jaqués cumplía un año desde su presentación oficial en el antiguo Casino de Jaca. El 2013 fue un año para asentar las bases de la asociación y formalizar todos sus trámites burocráticos. Recientemente se ha creado el blog del Ateneo Jaqués que podemos visitar en este enlace.
 El pasado fin de semana, para conmemorar el Día De La Mujer Trabajadora la Asociación Las Ruablas realizó una exposición fotográfica en Hoz de Jaca (Huesca) para la que el Ateneo cedió algunos poemas. Esta fue mi pequeña aportación:



El viejo flexo

A la gastada luz del flexo
las montañas de tus deudas
desbordan una mesa color caoba,
cada día más pequeña,
cuando parece que el mundo
ya nos ha dado la espalda,
definitivamente.
Ni siquiera puedes salir de tu casa.
Tienes miedo.
Temes que al poner un pie sobre el asfalto
la calle se convierta
en una gran lengua negra,
las aceras en labios,
los bancos en dientes,
las alcantarillas en estómagos,
y la gran boca, esa ciudad o el abismo,
acabe devorándote
y te digiera con dificultad
para expulsarte, después,
al sumidero de las puertas que se cierran
y responden “ya te llamaremos”.

A la amarilla luz del flexo,
en el bosque de las facturas,
parece que no exista el claro del césped
para descansar.
Entonces, propones hacer lo que mejor sabes
y al momento responden,
entre risas y bromas,
que no puedes trabajar
con las manos inmovilizadas
y prendidas a recios grilletes
de frías celdas oscuras,
escondidas en los sótanos
de las grandes mansiones.

Tan solo, aprende tu canción de lucha,
cántala fuerte y claro,
hasta que sangren los oídos
de los necios que habitan
un parnaso financiero
y no saben escuchar:

El trabajo es un derecho,
no la esclavitud.

Grita fuerte,
canta alto,
hasta quebrar la sucia bombilla,
a la luz del flexo,
y en esa suave mañana
que ha de estallar
la luz del sol sepa iluminar
la única verdad.

Desde aquí os invito a seguir las actividades del Ateneo Jaqués durante este 2014 Serán anunciadas convenientemente en el blog Ateneo Jaqués

jueves, 6 de marzo de 2014

Papeles mojados

Venecia, por William Turner


Afuera
se desdibuja el patio de la catedral
y en el lienzo de la lluvia
ningún trazo es certero.

Sin embargo,
he conocido el cofre de los amantes
donde se dibujan animales, plantas,
flores y dragones.
Grano a grano la arena
viola la gravedad
y segundo a segundo
se cumple en ti el milagro,
las olas suspendidas.

Las calles ancianas a mis ojos principiantes
velan un puñado de secretos.
En este cofre que yo guardo
desconozco si volaron los dragones.
Pero resuelvo mis enigmas
en tus papeles mojados de Amsterdam.
Envuelven con cuidado
la llave que abre las puertas
de los silencios más ancianos.

domingo, 2 de marzo de 2014

Domingos musicales: Una guitarra entre dos tierras


Aquel hombre de traje gris y camisa blanca, aparecía detrás del mostrador. Era el último de una larga fila de pasajeros que habían acudido acalorados para exponer sus quejas a la compañía. Tenía un aspecto serio, grave. Enjuto, no muy alto, llevaba barba de unos cuantos días y una discreta melena que intentaba compensar la ausencia de flequillo. Una vez más, la azafata se armó de paciencia y esbozó otra sonrisa de maniquí aeropuertuario. "He perdido mi guitarra", lapidarias y directas, fueron las primeras palabras pronunciadas por aquel pasajero. "¿Perdone? Buenas tardes. ¿En qué puedo ayudarle?" -la chica se esforzó por comenzar así una conversación normal- Muy educado, el pasajero se disculpó por no haber saludado a la señorita y repitió:  

-Buenas tardes. Verá, no encuentro mi guitarra. Quiero decir que yo he llegado, pero mi guitarra no. 

-Vaya, comprendo -respondió ella y protocolariamente continuó- La compañía comprende su situación y le pide disculpas por los agravios causados. Si me permite su billete y su documentación, vamos a intentar localizar su guitarra. Si quiere, para agilizar, vaya diciéndome ya sus datos. Vamos a ver, ¿nombre?

- Paco -respondió solemnemente-

- ¿Apellidos?

- de Lucía

Lucía, cansada ya de pasajeros bromistas que intentaban tontear con ella, sosteniendo su identificación, miró desafiante al pasajero y sentenció: "No, Lucía soy yo. Pregunto por su apellido, caballero". Contrariado, el hombre insistió: "Señorita, mi apellido es ese, de Lucía. ¡Que soy Paco de Lucía! Siento mucho que coincida con su nombre, pero ya no puedo remediarlo" Lucía, visiblemente avergonzada y sosteniendo el billete del pasajero entre sus dedos, comprobó que aquel hombre no estaba allí para bromear. Intentó seguir con el protocolo. "Bien, perdone. Le ofrezco mis disculpas, señor. Entonces, don Paco, de Lucía, eh... Paco de Lucía...¡Ah, Paco de Lucía!, ¡el de la guitarra!". Toda la sangre de su cuerpo acudió a su cabeza, sus mejillas se sonrojaron y sus ojos, insólitamente abiertos, apartaron la vista del pasajero para clavarla en los papeles que yacían sobre el mostrador. Tierra trágame -pensó- Y a continuación, cerrando los ojos, siguió meditando. ¡Dios! Mi compañía acaba de perder la guitarra de uno de los mejores músicos del mundo...la guitarra que normalmente interpreta Entre dos aguas, ahora está entre dos tierras... 
Intentó recomponerse y atender al músico como si fuera un pasajero cualquiera. "Señor Paco...eh, don Lucía... eh, señor Paco de Lucía...no, no se preocupe. Por favor, aguarde un instante. Voy a intentar localizar su guitarra". El músico, al ver el nerviosismo de la joven, esbozó una sincera sonrisa e intentó animarla con sus palabras: "Tranquila, muchacha. No puede andar muy lejos"

Pero sí, andaba lejos. De hecho, no andaba. Ni se había movido. Seguía en el aeropuerto de partida, en Barcelona. Lucía explicó a Paco que, por alguna extraña razón, su guitarra no había sido embarcada en el vuelo hacia Mallorca y que había quedado en tierra. No obstante, había sido localizada y llegaría en el próximo vuelo que hubiera desde la ciudad condal hacia Palma. Como, al parecer, aquella era la única solución visible, Paco quedó conforme. A petición de la muchacha, firmó los papeles para que, al llegar el próximo vuelo, devolvieran la guitarra a su domicilio particular de Palma. Y agradeciendo el trabajo de la joven, desapareció por la puerta de salida del aeropuerto. "¡Adiós maestro!", se despidió la azafata. El supervisor de la compañía llegó al mostrador para comprobar las últimas reclamaciones del día. Lucía enseñó los papeles firmados por el músico y todavía con el nerviosismo en el cuerpo dijo: "Mira, le hemos perdido la guitarra a Paco de Lucía" El supervisor, sin saber muy bien de quién hablaba, respondió: "Muy bien, ¿te ha firmado los papeles?" "Sí-respondió ella- pero ahora me doy cuenta de que no le he pedido un autógrafo. ¡Con lo que le gustaba a mi madre!"


Con esta anécdota de Lucía, totalmente verídica, he querido recordar al incomparable guitarrista Paco de Lucía, que murió en México el pasado 25 de febrero. La anécdota tuvo lugar en 2007, en el aeropuerto de Palma de Mallorca, isla donde pasaba gran parte del tiempo, descansando. Lo curioso del caso es que, realmente, el nombre del músico era Francisco Sánchez Gómez. Al parecer, Paco no quería saber nada de su nombre real, ya que en todo momento se identificó como Paco de Lucía, su nombre artístico, un homenaje al nombre de su madre Lucía Gómes. Quiero despedir a uno de los mejores guitarristas del mundo con esta entrada y un concierto de 1974 que ofreció en la Casa de Almería de Barcelona.


Paco de Lucía en su casa de Palma de Mallorca