En 1977
Stephen King publicó The shining, su tercera novela después
de Carrie y El misterio de Salem’s Lot. Según vaticinó su editor, con esta
nueva obra ya sería considerado un escritor de terror. No fue desencaminado
pues The shining supone su primer
best-seller editado en tapa dura. Y tres años más tarde, en 1980, fue llevada a
la gran pantalla y adaptada por Stanley Kubrick. Nunca quedó satisfecho Stephen
King con esta película. Lo que observamos los cinéfilos como una creación, un
esfuerzo de Kubrick para engrandecer la historia, King lo encajó como una
manera de desvirtuar su novela. El director se basó en una buena historia de
terror para crear una obra maestra del cine de terror. Pero el escritor, para
subsanar lo que él consideraba un error, produjo en 1997 una miniserie poco
acertada, dirigida por Mick Garris que se olvidó como una mera anécdota sin
trascendencia.
En un
principio Stephen King tituló a su nueva novela Shine pero, al ser este un término despectivo para los ciudadanos
afroamericanos, se decidió por The
Shining, tomando como referencia la canción de John Lennon Instant karma en cuyo estribillo se
puede escuchar we all shine on. Algo
semejante ocurrió en España donde la novela se tituló en un principio Insólito esplendor. De hecho, en el
doblaje castellano de la película (horroroso), se habla continuamente de esplendor. Pues bien, este esplendor o
resplandor se refiere a la cualidad que supuestamente tienen algunas personas
para imaginar, vaticinar casi sin darse cuenta, hechos que ocurrirán en el
futuro. King, al principio de la novela y a modo de introducción, plasma un
fragmento de La máscara de la muerte roja,
relato de Edgar Allan Poe en que se basa la novela. Después de este fragmento,
se incluye la frase El sueño de la razón
produce monstruos que Goya plasmó en el número 43 de su serie de grabados
titulada Caprichos. Parece esta la
frase más internacional que pronunció el famoso pintor aragonés, ya que ha sido
utilizada varias veces en la literatura, pues antes que Stephen King, ya la
utilizó, por ejemplo, Charles Baudelaire para sus Flores del mal. Pero, para no desviarnos del tema, digamos que esta
introducción de la novela es fabulosa. Ambienta, sitúa y prepara al lector para
digerir la perturbadora historia que está a punto de comenzar.
Así se conoció en España la novela de Stephen King
Jack Torrance
(Jack Nicholson) es un escritor que está trabajando en su nueva novela. Para centrarse en ella, acepta un trabajo de
mantenimiento y guarda en un gran hotel aislado en las montañas, durante la temporada
de invierno en la que permanece cerrado, junto a su mujer Wendy (Shelley Duvall) y su hijo Danny (Danny Lloyd).
Precisamente, lo primero que disgustó a Stephen King, fue la manera en que
Stanley Kubrick comenzó la historia. Tanto novela como película, comienzan con
la entrevista de trabajo que realiza Jack Torrance ante el encargado del hotel,
Ullman. Pero, aunque comienzan las dos en la misma situación, desde el principio,
podemos notar sutiles diferencias que afectan, sobretodo, al tratamiento que
recibe el personaje de Torrance durante todo el metraje. A pesar de que Jack
Nicholson cuaja una interpretación colosal que no admite más observación que el
elogio, el autor de la novela nunca reconoció en él al Jack de su obra.
Comenzando por esa primera escena, en la obra literaria, Ullman ataca a Jack
Torrance incidiendo en su oscuro pasado. En la novela se nos cuenta
detalladamente un episodio pasado en el que Jack rompió el brazo a su hijo
Danny. Con el personaje de Torrance, Stephen King, trata el alcoholismo y los
problemas de las relaciones entre padres e hijos. De hecho, en un comienzo
desechado de la novela, veíamos al pequeño Jack maltratado por su padre alcohólico que, mientras le
propinaba una paliza, no hacía más que repetirle que, estaba viéndose a sí
mismo, de mayor. El pasado de Jack Torrance es esencial para entender el
personaje. Sin embargo, Kubrick deja a un lado toda su historia (esbozado de
pasada en la escena de la barra del bar) y trata esencialmente el tema de su
esquizofrenia. Otra de las grandes diferencias es su evolución. En la obra
literaria vemos a un hombre que ha superado la adicción al alcohol, un escritor
que siente la motivación suficiente para aceptar el trabajo en el Overlook y
escribir, en esa soledad aparentemente favorable, una nueva novela. El cambio
que experimenta Jack Torrance en la novela es más consecuencia de la influencia
que sobre él ejerce el hotel (de hecho, un personaje más) que una enfermedad.
En cambio, en la película, la evolución que experimenta es desmesuradamente
rápida, casi inexistente. Simplemente, un cambio brutal en su
comportamiento. El constante diálogo
interior, la lucha interna que Jack experimenta, no está presente en el
personaje de Jack Nicholson e incluso en el libro, Jack Torrance, experimenta
un resquicio de arrepentimiento y llega a decidir abandonar el Overlook.
Además, la familia Torrance llega a salir una vez del hotel para llevar a Danny
al médico, pasaje que también omite Kubrick.
En El resplandor hay tres personajes
principales, Jack Torrance, el Overlook y Danny. El niño interpretado por Danny
Lloyd es, en definitiva, el personaje al que se refiere el título, el que más esplende. Danny tiene un amigo imaginario llamado Tony y en
la novela, escucha la voz de este amigo en sueños. En la película es diferente
y representa uno de los hallazgos de Kubrick. Escuchar a Tony a través de la
voz transformada y maquiavélica de Danny, mientras eleva su dedo índice, es
realmente un efecto espeluznante que, además, está presente desde el comienzo. Por otro lado, la conocida palabra Redrum, en la
obra de King, llega a Danny en los sueños mucho antes, incluso, de llegar al
Overlook. De hecho, hay un pasaje muy interesante en la novela sobre redrum. En la consulta del médico
(escena omitida en la película) se interpreta redrum como ron rojo (siempre manteniendo, de alguna manera, este
color presente) o redoble de tambor (re-drum) En la obra de Kubrick, sin
embargo, Danny empieza a encontrar esta palabra en la voz de su amigo
imaginario Tony, cuando ya está en el Overlook, siendo la escena del espejo una
de las más recordadas en el cine de terror, otro giro maestro del director que
no se encuentra de igual manera en la novela.
Danny escucha a Tony, frente al espejo.
El río rojo
Halloran,
trabajador del Overlook con el que Danny conectará nada más conocerle, es otro personaje tratado de diferente
manera. En la película está interpretado por Scatman Crothers, actor y cantante que murió poco después del
rodaje. En el primer encuentro con Danny, en esa primera escena, mantiene un
diálogo mucho más intenso y revelador que en la novela. Y la principal
diferencia está en el desenlace de la historia ya que Harollan, en la obra de
King, termina la historia junto a Danny y Wendy.
Scatman Crothers como Dick Halloran
Para terminar
con todas estas diferencias, el principal hallazgo de Stanley Kubrick, en
cuanto a la historia, es el laberinto donde Jack Torrance perseguirá por última
vez, hacha en mano, a Danny. Este laberinto no existe en la novela. En su lugar
hay un jardín con formas de animales que, de vez en cuando y obedeciendo a la
alucinación de Torrance, van cobrando vida y persiguiéndole. Este pasaje de la
novela es poco convincente y nada efectivo, rompiendo incluso con el tono
principal de terror que sigue durante toda la historia. Acertadamente Kubrick
sustituye este elemento por un jardín laberíntico que, en la escena final de la
película, con la niebla en la noche de invierno, crea el ambiente adecuado para
ese apoteósico final, más convincente que el literario. También ocurre el
efecto contrario y hay pasajes de la novela algo más intensos que en la
película como, por ejemplo, la conocida escena de la bañera. Pero, en general,
el terror se mantiene tanto en la película como en la obra de King.
Y por último,
para terminar ya con un artículo que se alarga más de lo intencionado, me
centraré en la película. En 1976 Garret Brown inventó la steadicam y Kubrick la
populariza con El resplandor. El
desasosiego que crea en el espectador esta cámara que sigue al triciclo de
Danny por los pasillos del Overlook, sin saber lo que hay detrás de cada
esquina, dramatiza la tensión y es el recurso que redondea finalmente ese
magnífico ambiente creado en la película. Este, junto a otros elementos, como
el río de sangre (según Kubrick, la cara de Danny gritando) o la música
electrónica, a base de sintetizadores, de Wendy Carlos (nacido Walter Carlos)
sin embargo, no fueron suficientes para que obtuviera el reconocimiento
merecido en una gala de los Oscar que, en 1981 y presentada por Johnny
Carson, premió a Robert De Niro por Toro salvaje o a Robert Redford por Ordinary People. Sin pena ni gloria pasó
El resplandor por aquella gala, una
película a la que, sin embargo, la historia sí que está brindando ese
reconocimiento, situándola como la clave del cine de terror a partir de los
años ochenta. Sí que fue” premiada”, sin embargo, en los Razzie awards (creados ese mismo año), a la peor actriz y al peor
director. Lo cierto es que, tanto Jack Nicholson como Shelly Duvall (en el
papel de Wendy) realizan unas interpretaciones fabulosas, igual que Danny
Lloyd. Y hasta aquí este resplandor que, si puede ser, deberían ver en versión
original… más que nada, por no escuchar a Verónica Forqué doblando a Duvall. No
lo olviden, All work and no play makes
Jack a dull boy no quiere decir No
por mucho madrugar amanece más temprano.
Danny en triciclo, filmado utilizando la steadicam, método que refuerza la tensión en la escena
Shelley Duvall en uno de los gritos más famosos de la historia del cine y no precisamente por el sonido.
En esta dirección pueden ver la nueva edición de la revistaRaíces de papeldonde tengo el placer de participar con una entrevista al cinéfilo escritor Alfredo Moreno, autor del libro 39 Estaciones (Ed. Eclipsados) También pueden leer la revista en la parte derecha de este blog.
Aprovecho la ocasión para agradecer al escritor Fernando Sarría que me haya incluido en su blog de poesía Crepusculario y me haya dedicado esta semana. Fernando Sarría es autor de los poemarios Las Horas (Ed. Quadrivium), Babel en las manos (Ed. Olifante), Todas las mentiras que te debo (Ed. Eclipsados), El error de las hormigas (Ed. Eclipsados) y El Alhaquín (Ed. Aqua)
Y también aprovecho para recomendar la última novela de Javier Márquez Sáncheztitulada Letal como un solo de Charlie Parker (Ed. Salto de Página) En el blog de Frank Sinatra he escrito una reseña sobre ella.
Cuatro amigos miran sin ver sus correspondientes cafés humeantes en cualquier bar de la ciudad donde la mañana se resiste a comenzar y se resiste también a olvidar que, apenas unas horas antes, la madrugada madrileña fue azotada, una vez más, por el huracán Springsteen y su bola de demolición, The Wrecking ball world tour. Perplejos, asombrados, el descanso nocturno no basta para recuperar el aliento. Y no quiero dejarme llevar por los tópicos aunque los leo en todos los periódicos de la mañana. No es suficiente aportar los datos de un concierto épico en el que Bruce Springsteen se ha vuelto a exigir el máximo, ha vuelto a apurar hasta el límite la energía de la banda, la suya propia y la de un público que no paró de jalear, botar, repetir estribillos y aceptar de buena gana todos los papeles que el boss otorgaba. Y no es suficiente intentar trasladar al papel todo lo que sentimos las sesentamil personas que abarrotamos el Santiago Bernabéu y olvidamos, por un momento, los problemas de la vida cotidiana. De hecho, los olvidamos por más de un momento, sin duda. Porque Bruce Springsteen comenzó el concierto a las 21:35 y terminó, sin parar ni un solo minuto, a la 1:23 de la madrugada, sin descanso, durante 3 horas y 48 minutos, el concierto más largo de toda la gira a tan sólo dos minutos del concierto más largo de la historia, récord que también ostenta Springsteen y que consiguió en Nassau, durante la gira de 1988, al ofrecer un concierto de 3 horas y 50 minutos. Pero Springsteen en Nassau tenía 38 años y el pasado domingo, en Madrid, ofreció un espectáculo de idéntica duración, con 62 años, pero con la misma energía de siempre y una voz inimitable.Desconocemos cuál es el tipo de secreto o pacto que tiene Springsteen, pero el asombro es general. Bruce no se acaba nuncatitula Darío Prieto para El Mundo.No, nunca se agota, y no queremos pensar en que alguna vez pueda llegar ese momento. Pero es algo mucho más grande que todo esto y más aún teniendo en cuenta la época que vivimos en la que alguien como Bruce, alguien que diga lo que sólo él sabe decir con sus canciones, es tan imprescindible como el aire que respirar. Lo que el jefeofrece en directo es mucho más que el espectáculo del rock and roll. Es el mejor espectáculo del rock and roll, dirigido directamente al alma, a la gente de la calle, al hombre sin trabajo, a los que ya no están con nosotros y a los más desfavorecidos. -En Estados Unidos estamos viviendo malos tiempos pero sé que aquí, es aún peor. Las personas se quedan sin trabajo y pierden sus casas. Hay que seguir luchando. Nuestro corazón está con vosotros-dijo el cantante de New Jerseyen castellano antes de acometer los trabajos reivindicativos de su último disco.
Nils Lofgren y Bruce Springsteen, en primer término
Además, hubo un recuerdo emotivo para Nacho, el joven que murió de cáncer el pasado siete de junio y no pudo asistir, como tenía pensado, al concierto de Springsteen en Madrid. La historia llegó al trending topic de Twitter y a través de la iniciativa "#vaportiNacho", llegó al propio cantante quien dedicó The river a Nacho. También hubo otro regalo inesperado para el público de Madrid y fue el tema Talk to me interpretado a dúo con el otro cantante de New Jersey, Southside Johnny.
En definitiva, Bruce Springsteen cantó 32 temas entre los escogidos del nuevo disco Wreckin' bally sus clásicos.Al llegar la medianoche se cumplió el primer aniversario de la muerte del inolvidable Clarence Clemons. Bruce Springsteen cantó Tenth Avenue freeze outy el graderío irrumpió con largos aplausos que coincidieron con las imagenes en las pantallas de Clarence Clemons y el silencio de la banda. Un recuerdo muy emotivo que rubricó una noche irrepetible. Bruce Springsteen volvió a explotar al máximo el rock and roll, cada vez más fusionado con soul, con una E Street Band muy renovada, potenciada y si cabía la posibilidad, mejorada. A los habituales Nils Lofgren, Steve Van Zandt, Max Weinberg, Garry Tallent y Roy Bittan se suman ahora Charlie Giordano (colaborador habitual de Springsteen desde el disco Seeger sessions), Jake Clemons (sobrino de Clarence Clemons y nuevo saxofonista de la E Street Band), Ed Manion, Curt Ramm, Soozie Tyrrell (colaboradora habitual desde The Rising), Cindy Mizelley las voces del Victorious Gospel Choir.
Bruce Springsteen arrancó el concierto con el enérgico Badlands, continuando con la meteórica No surrender y la demoledora, Wrecking ball. Sigue con el nuevo disco, con dos temas, We take care of our own y Death to my hometown para volver a sus clásicos con la sorprendente My city of ruins, apropiado tema soul escogido de The Rising.Continuó con The spirit in the night y Be true para cantar la primera balada de la noche, Jack of all trades, del nuevo álbum.Después de este pequeño respiro, atacó la roqueras Youngstown y Murder Incorporated(probablemente, la mejor del concierto)para terminar esta sección con el incombustible She's the one. Llegó Southside Johnny y sonó Talk to mepara interpretar después, por petición del público, Spanish eyes. Working on the highwayfue el segundo tema del LP Born in the USAy otro tema del nuevo disco, esta vez, el soul espectacular de Shackled and Drawn.Waiting on a sunny dayfue una fiesta y llegó Apollo medley antes de la dedicatoria a Nacho con el tema The river.Otra parte inolvidable del show,comenzó con el clásico Because the night, continuó conla veloz My love will not let you down y acometió una gran versión de The Rising.En teoría el concierto se cerraba con el tema del nuevo álbum We are alive (que gana en directo) y con uno de sus clásicos más recordados, Thunder road.Pero, a diferencia de otros conciertos, ni la banda ni Bruce se retiraron. Es decir, no hubo bises. La actuación continuó a gran velocidad, empalmando una canción tras otra. Esta sección comenzó con Rocky ground, otra concesión al soul del último disco y después de que Bruce preguntara al público Are you ready?sonaron los primeros compases de Born in the USA una grata sorpresa que el boss tocó y cantó en el mismo tono y con la misma fuerza (si no mayor) que en 1984. Momento inolvidable que empalmó con Born to runy Hungry heartpara seguir con el cláscio roquero 7 nights to rock. El concierto, al fin, terminó con Dancing in the dark, el recuerdo a Clarence Clemons de Tenth Avenue freeze-out y el broche de Twist and shout.
No es que se de por bueno el precio pagado por la entrada. Es que después de ver el espectáculo impagable de Bruce Springsteen en directo, el público sale renovado y definitivamente conquistado para asistir al próximo concierto que el boss tenga a bien ofrecer por nuestras tierras. Una vez más y cada año mejor, Bruce Springsteen ofrece el mejor espectáculo del mundo del rock and roll y de la música.Nadie llega a donde llega Springsteen.
Bruce Springsteen y Steve Van Sandt en No surrender
Todas las fotografías son propiedad del que escribe y están realizadas desde la pista del Bernabéu, esto explica la baja calidad, debido al empleo del zoom y el movimiento propio durante el concierto.A continuación veremos la grabación de un aficionado que consiguió estar al lado del escenario. Es el tema Working on the highway, tomado de la webStone pony.
Se podía respirar asombrosamente de manera aceptable
en aquel mediodía reluciente de sábado abrileño, merced a la lluvia programada
que había caído durante toda la noche, hecho que convertía mi camino al trabajo en algo mucho más llevadero. Como todos los días, mis
pasos me llevaron a cruzar una de las más antiguas plazas que se conservan en
la ciudad y que, milagrosamente, sobrevivió a los destrozos de la guerra mundial
que tuvo lugar a finales del siglo XXI, tras la gran crisis económica. Esta
plaza, de estilo francés, conserva sus jardines, recuperados después de
las lluvias radiactivas, tal y cómo existían ya a finales de 1800. También son
las mismas farolas las que decoran sus rincones, con sus mismos árboles,
rodeando la misma fuente, con la misma estatua que, hace cuatrocientos años, ya
presidía el entorno. Pero algo insólito y desacostumbrado en esta sociedad
inmóvil y carente de emociones, ocurrió aquella mañana que obligó a detener mis
pasos. Cuando llegué a uno de los bancos que convierten esta plaza en un lugar del pasado, encontré un libro antiguo, editado con tapas duras y con hojas
de papel. Ante mi asombro, no pude resistirme a tener entre mis manos esa
pieza de museo como reliquia de un tiempo pasado. Y es que, actualmente, sólo
existen cinco museos en el mundo que guarden este tipo de libros, que
desaparecieron totalmente hace más de un siglo y que fueron definitivamente
sustituidos por el soporte electrónico. Mientras sopesaba en mis manos El cuerpo del delito editado en el año
1991, me pregunté cómo podían en aquella época guardar todos aquellos libros en
sus casas, cómo podían existir las llamadas bibliotecas y todo esto sin suponer
un inconveniente logístico. Actualmente, toda la literatura del mundo ocupa lo
mismo que la palma de mi mano y antes era necesario construir edificios para
guardarla. A pesar de todo, aquello que había encontrado era una suerte de
hallazgo arqueológico sin necesidad de excavar y a mi alrededor, no había nadie
que hubiera podido ser su dueño. Sin más reparo, lo guardé en el amplio
bolsillo de mi abrigo y seguí mi marcha hacia el lugar donde trabajo.
Lo curioso de este suceso es que se repitió todos
los días, durante dos semanas, a la misma hora. Así que decidí resolver el
misterio y llegar al lugar unas horas más temprano para averiguar quién era el
dueño o el benefactor de los libros que yo recibía cada día y que, por
casualidad, estaban confeccionando una biblioteca en mi propia casa; una
librería al estilo antiguo, yo, que nunca había comprendido esa costumbre de
nuestros antepasados. De manera que, al día siguiente, aguardé desde las diez
de la mañana en aquella plaza que yo ya había rebautizado como La plaza de los libros aparecidos.
Estuve esperando una hora, dos y nadie pasó por allí. En estos tiempos, caminar
por la ciudad es un privilegio que ya pocos practican. La gente prefiere
utilizar los transportes públicos que rodean el núcleo urbano para todos sus desplazamientos
y llegar a su destino en pocos minutos. Así que nadie me acompañaba en esa
espera que no parecía tener fin, nadie en esta ciudad vacía, nadie en las
calles enmudecidas, nadie excepto el cierzo y algún pájaro perdido que se había
alejado demasiado del campo. Cuando, a la tercera hora, comencé a impacientarme
inicié la lectura de Rayuela, el
último libro que el misterioso coleccionista de nostalgia había dejado para mí,
en el banco de la plaza. Esta novela era realmente muy curiosa porque parte de
su argumento se desarrollaba en la mítica y desaparecida ciudad de París.
Admito que pasar páginas mientras leía esa historia era algo muy incómodo pero
su estilo narrativo me enganchó de manera tan efectiva que perdía la noción del
tiempo y así, poco antes de llegar a la página número cincuenta y cinco,
apareció ante mí la primera persona que veía en tres horas, un viejo de barba
blanca, vestido con un desfasado gabán, un sombrero y unas gafas de sol también
muy anticuadas. Aquel tipo parecía un museo andante, como un hombre llegado de
otros tiempos. El viejo pasó por mi lado y se sentó justo en el banco más
próximo al mío, donde aparecían abandonados los tesoros del pasado.
En ese instante, sacó de su abrigo un ejemplar muy antiguo de El lazarillo de Tormes, de autor
desconocido según me consta, otra pieza
de museo. Sin embargo, como si fuera algo cotidiano tener entre sus manos una
reliquia de tal valor, comenzó a leerlo ante mi mirada perpleja. Al fin, había
descubierto al dueño de los libros antiguos. Valoré esperar unos instantes para
pensar bien lo que debía decir al dirigirme a él pero la curiosidad venció la
batalla a la planificación, decidí sentarme a su lado y me presenté. Le dije
que yo era el tipo que había cogido todos sus libros y le pregunté cómo podía abandonar así, con tanto descuido, esas
piezas de museo tan codiciadas actualmente. El viejo sonrió, me preguntó si me
habían gustado y antes de dejarme responder, aseguró que de todos los libros
que había dejado guardaba en su domicilio otra copia exacta. Anonadado por tal
confesión, interrumpí bruscamente su conversación para preguntarle si realmente en su propia casa guardaba todas esas joyas. Por supuesto, me respondió y después
agregó que conservaba una envidiable biblioteca heredada de sus antepasados. ¿No
cree usted que estas reliquias estarían mejor en un museo?, espeté y el viejo
contestó que la literatura debía estar en las calles donde, por otro lado,
había nacido. Tras esta afirmación mantuvimos una breve discusión sobre el
progreso, los problemas de espacio que planteaban estos libros antiguos y sobre
la literatura en general. Definitivamente el viejo, muy influido por la
tradición de su familia, reconoció que odiaba profundamente los libros electrónicos
y los calificaba como una falta de respeto al autor y al lector, algo que yo tuve que volver a discutir, esta vez, de manera más
amarga, pues podía asegurar que había leído en soporte electrónico tanto como
él, a la antigua usanza. El viejo parecía cansado de discutir. De un golpe
seco, cerró El Lazarillo de Tormes y
de sus páginas una nube de polvo se extendió entre su rostro y el mío. Después
se quitó sus gafas de sol y quedó pensativo. Transcurridos unos instantes, preguntó si me gustaban las flores que
adornaban los jardines de la plaza. Mi respuesta fue afirmativa, pues siempre me llamaron la atención todos aquellos rosales. Incluso, al llegar a casa, solía cerrar los ojos, recordar lo bien que se respira en este lugar y percibir, todavía, el aroma de las flores. Entonces,
el viejo se puso en pie, dejó El
lazarillo de Tormes en el banco y me dijo que, hacía veinte años,
había quedado completamente ciego. Ya no podía leer pero, cada noche,
en su casa, volvía a tomar entre sus manos los libros que leía de joven y
revivía cada una de sus historias, gracias al aroma y la textura de sus páginas
amarillas, cada una de esas joyas que le habían convertido en una amante de la
literatura y de los libros antiguos. Sólo por el perfume que desprendía cada
una de las páginas, el aroma de las palabras, podía reconocer el libro que
tenía entre sus manos. El viejo dejó su ejemplar en el banco, desapareció y yo
me quedé sin argumentos ya para defender los libros electrónicos. Desde aquel mediodía de sábado
abrileño, mi biblioteca crece día a día. Tanto es así, que he abierto la primera librería de mi ciudad, en cien años y el viejo, entre tanto, sigue dejando sus ejemplares
abandonados en un viejo banco de una plaza olvidada.
*La canción que suena es The night we called it a day, compuesta por Matt Dennis con letra de Tom Adair, cantada aquí por Frank Sinatra en una de sus mejores grabaciones con Capitol Records, perteneciente al álbum de 1957 Where are you.
La música que acompaña estos versos es el tema Es Gisher del disco The moon shines at night (Djivan Gasparyan) El instrumento que suena es el duduk, de orígen armenio.
Arturo Fernández (Mario) y Alberto Dalbés, en el momento final de la película
Aprovechando que el último número de la revista digital La Caja de Pandora revisaba ampliamente el cine español, me dio por zambullirme en la aventura de continuar descubriendo aquellas películas curiosas que allá por los ocasionalmente fructíferos años sesenta se filmaron por estos lares y de este modo, aunque también movido por mi particular debilidad hacia el cine negro, llegué hasta El salario del crimen, película que en 1964 dirigiría el madrileño Julio Buchs con guión de José F. Alonso Oriba y que representa un avance más del género en nuestro país. La película goza de un brillante argumento, un comienzo trepidante y un buen ritmo que, no obstante, decae solo en algunos instantes, bien por algunas escenas grises y sin importancia que empañan la historia o bien por algún giro inesperado en la personalidad en alguno de los personajes principales. Pero, aún así, estamos ante un buen trabajo, ejemplo de la evolución que, en menos de quince años, obtuvo el género noir en nuestro país, salvando barreras tan "infranqueables" (nunca mejor dicho) como la censura de la dictadura.
Redada policial encabezada por el comisario, José Bódalo
Mario (Arturo Fernández) es un policía entregado a su trabajo, hijo de un comisario que resultó asesinado en acto de servicio y por ello, ligado a un sentimiento de venganza que su jefe, José Bódalo, intenta apaciguar. En una primera escena espectacular, Mario y sus compañeros (entre los que se encuentra Manuel, Manuel Alexandre) intentan atrapar a un delincuente (Alberto Dalbés), en el interior de una casa. Pero el delincuente hiere mortalmente a uno de los policías y consigue darse a la fuga. Este nuevo asesinato, resucitará en Mario los viejos fantasmas de la muerte de su padre y le hará implicarse de manera casi obsesiva en el caso. Durante la investigación, Mario visita un establecimiento con su compañero Manuel, lugar donde conoce a Elsa (Françoise Brion), femme fatale (el personaje menos convincente de la película) de la que caerá inmediatamente fascinado. Mario sustituye su obsesión laboral por esta otra de caracter más carnal.
Arturo Fernández y Françoise Brion
En los primeros momentos que Mario pasa junto a Elsa, somos testigos de una de las escenas más interesantes de la película, ejemplo de cómo Julio Buchs logra despistar la censura franquista, sin mostrar nada y contándolo todo. Esta escena transcurre en el apartamento de Elsa. Están en el dormitorio, en la cama. La cámara es subjetiva, los espectador somos Mario. Con un inteligente movimiento nos muestra toda la habitación, la cama revuelta, el humo de los cigarrillos, los brazos de Mario y la ventana abierta. Sin mostrar nada, hemos sido testigos del primer encuentro sexual de estos dos personajes.
Mario (Arturo Fernández) y Elsa (Françoise Brion)
La historia sigue su curso. Mario intenta luchar contra esa fatal atracción que Elsa despierta en él pero, no solo es incapaz sino que comienza a entrar en su juego, a ceder a su mundo, a sus caprichos y a su continua demanda de dinero. Mario es arrastrado, casi imperceptiblemente, con una lenta caída en la que Buchs nos va retratando inteligentemente la decadencia del personaje, acabando, definitivamente, al otro lado de la ley. Un inesperado giro dramático, una brillante vuelta de tuerca sorprende al espectador y vemos cómo, efectivamente, detrás de Elsa se escondía el escurridizo delincuente, asesino de su compañero, con el que comenzó la historia.
Manuel Díaz González, en el papel de cajero de banco que intenta chantajear a Mario.
Arturo Fernández cumple sobradamente las exigencias de personaje y guión en su papel de Mario. Explota al máximo su frecuente condición de galán, mezclándola con la dureza propia de un tipo herido por el pasado (en este caso, la muerte de su padre) que se deja arrastrar por el mundo de corrupción con el que habitualmente se codea. De igual manera José Bódalo, siempre brillante y Manuel Alexandre, como compañero de Mario completan con el villano, Alberto Dalbés, un ramillete de sobresalientes acutaciones. La música es estupenda, como siempre en los casos del cine negro español , con destellos jazzísticos importantes y corre a cargo de José Solá. La fotografía, acertada aunque sin excesivos adornos, de Antonio Macasoli. Tenemos en El salario del crimen una película negra, de fuerte influencia del cine francés, un avance interesante sobre lo que el género noir ofreció en nuestras salas.
Bruce Springsteen fotografiado por Mark Seliger para la revista Rolling Stone (fotografía tomada de Rolling Stone, número 150)
Con Wreckin' ball, Bruce Springsteen vuelve a recorrer el mundo en una nueva gira con la legendaria E Streeet Band y para nuestro regocijo, este nuevo álbum NO es más de lo mismo. Esta bola de demolición es la conclusión de la protesta siempre vigente en las canciones de Springsteeen (desde 1978, en Darkness of the edge of town, tras la recesión de Carter y posteriormente, The ghost of Tom Joad), la respuesta a la crisis económica mundial que, lamentablemente, cada día se refleja más en nuestro modo de vida y sin ir más lejos, en la sociedad de nuestro país; un trabajo intencionado, rebelde, crítico con la sociedad y el gobierno norteamericano y unas canciones que contienen letras muy duras, realistas y que una vez más, son el sello inconfundible de este inagotable reflejo del rock and roll (o de lo que debe ser el rock and roll) de finales del siglo XX y comienzos del XXI
Evidentemente, no estamos ante el Bruce Springsteen de The River (1980) sino ante el resultado de un proceso evolutivo, marcado por los incidentes que derivaron en The Rising, con el espíritu de Born in the USA (1984) (un trabajo en el que todo el mundo quiso interpretar tintes patrióticos cuando, precisamente, se trataba de todo lo contrario) sin perder el sonido por el que siempre nos condujo la banda ya por aquel Born to run (1978) y por aquella vieja Décima Avenida en la que cierto Big Man se unió a la banda. Y por cierto, es lo que más se echa de menos en este Wreckin' ball: la aportación de Big man, Clarence Clemons. En una entrevista para la revista Rolling Stone, Bruce hace hincapié en lo que ha significado para la banda la pérdida de Clarence y para él, la pérdida de un amigo: "Ha sido una pérdida que no hemos asimilado, o no vamos a ser capaces de asimilar. Él sabía que la banda debía seguir, que va a cumplir su papel y va a seguir dando entretenimiento. Y la gente necesita echar de menos a Clarence... y lo harán, y yo también. La semana antes de su muerte le llamé para que viniera a grabar a su vuelta de Los Ángeles. Tenía problemas con su mano, estaba preocupado y pidió ir antes a su casa de Florida para ir a hacerse una revisión. Fue la primera y única vez que Clarence se saltaba una sesión de grabación. así que le dije que por supuesto, que lo haríamos más adelante. Una semana después, estaba en el hospital a causa del infarto. Viajé a Florida y pasé la semana con su familia, junto a su cama. En los primeros días me paretaba la mano cuando oía mi voz. Después las cosas empeoraron. Tras el funeral, volví a mi casa, al estudio y terminamos el disco. Ron Aniello, productor de Wreckin ball, me recibió, nos sentamos a la mesa de control y me dijo -Siento tanto lo de Clarence: No sabía qué hacer cuando me enteré, así que fui a Los Angeles y cogí esto de una de las tomas en directo de la canción- Me puso Land of hope and dreams y cuando llegó el solo, el saxo de Clarence llenó la habitación. Me puse a llorar. Por tanto, está ahí, gracias a la magia de la tecnología, pero está".
Clarence Clemons y Bruce Springsteen, inseparables durante cuarenta años
El sonido que Bruce Springsteen emplea para su nuevo álbum, sin dejar de lado el rock ni su sello inconfundible, se consagra definitivamente al folk y a sus raíces irlandesas para dotar de un contexto histórico al estallido de la crisis y enfatizar la idea de que es un ciclo repetitivo, algo que ya ocurrió antes de que empezara el pasado siglo y justo después. Este sonido celta se puede apreciar con más contundencia en el tema Death to my hometown. Concebido en un primer momento como un disco en solitario, Bruce grabó todas las canciones con guitarra acústica y voz, pero añadió finalmente toda la banda y la instrumentación de viento porque, según sus propias palabras, es lo que requería este momento concreto en el que estamos, un sonido contundente, con mucha potencia pues, aunque parezca un disco cada vez más oscuro, deja al final, un atisbo de esperanza. La sorpresa fue la participación en todas las canciones del guitarrista Tom Morello (ex de Rage Against the Machine) Y es así como viajará por toda la gira mundial, con la E Street Band a sus espaldas y una gran sección dedicada a los instrumentos de viento, una ola de rebeldía que ya rompió en costas españolas en Sevilla, el día 13 de mayo, Las Palmas (día 15), Barcelona (17 y 18)y ayer en San Sebastián para terminar en Madrid, en el Santiago Bernabéu, el día 17
Pero como he dicho anteriormente, la clave reside en las letras de cada canción. Aquí veremos unas cuantas muestras de ello.
Death to my hometown (La ruina a mi ciudad)
No volaron las balas de los cañones,
no nos mataron los rifles.
No cayeron bombas del cielo,
la sangre no empapó el suelo.
Los destellos luminosos no nos cegaron,
no sonaron truenos mortales
pero tan seguro como la mano de Dios,
ellos trajeron la ruina a mi ciudad
ellos trajeron la ruina a mi ciudad, tíos.
Los proyectiles no rasgron el cielo nocturno,
no ardieron las ciudades.
Los ejércitos no irrumpieron en las playas
por las que deberíamos morir,
no fueron coronados dictadores.
Me desperté de una noche silenciosa,
nunca escuché un ruido.
Los maleantes asaltaban en la oscuridad
y trajeron la ruina a mi ciudad, tíos
la ruina a mi ciudad.
Ellos destruyeron a nuestras fábricas familiares
y nos quitaron nuestras casas.
Dejaron nuestros cuerpos a la intemperie,
los buitres picoteaban nuestros huesos.
Así que, escucha hijo,
estate preparado para cuando lleguen
porque ellos van a volver
tan seguro como la salida del sol
Hazte con una canción que entonar
y cántala hasta que la hayas aprendido
Sí, cántala con fuerza y cántala bien
envía a los magnates ladrones* directamente al infierno,
a los ladrones avariciosos que vinieron
a devorar la carne de todo lo que encontraban
cuyos delitos han quedado impunes
Caminan por las calles como hombres libres
pero trajeron la ruina a nuestra ciudad, tíos
trajeron la ruina anuestra ciudad, tíos
*En la letra original dice robber barons (capitalistas sin escrúpulos de finales del siglo XIX en Estados Unidos que hicieron su fortuna a base de fraudes o negocios ilícitos como hizo, por ejemplo, J. P Morgan o John D. Rockefeller)
We take care of our own (Cuidamos de los nuestros)"Sobre las promesas electorales falsas, las preguntas que quedaron sin respuesta. El estribillo es una ironía" (Bruce Springsteen para Rolling Stone)
He estado llamando a la puerta de quine posee el trono.
He estado buscando el mapa que me guíe a casa.
Me he estado topando con buenos corazones
que se han vuelto de piedra.
El camino de las buenas intenciones
se ha secado completamente.
Cuidamos de los nuestros
Cuidamos de los nuestros
Donde quiera que ondee esta bandera
cuidamos de los nuestros
Desde Chicago hasta Nueva Orleáns,
desde el músculo hasta el hueso.
Desde la choza de cazadores hasta el Superdome*
no hay ayuda
La caballería se quedó en casa,
nadie escucha el toque de clarín.
Cuidamos de los nuestros
Cuidamos de los nuestros
Donde quiera que ondee esta bandera
cuidamos de los nuestros
¿Dónde están los ojos, los ojos con el deseo de ver?
¿Dónde están los corazones que rebosan de piedad?
¿Dónde está el amor que no me ha abandonado?
¿Dónde está el trabajo que liberará mis manos
y mi alma?
¿Dónde está el espíritu que reinará sobre mí?
¿Dónde está la promesa
de costa a costa?
Donde quiera que ondee esta bandera
Donde quiera que ondee esta bandera
Donde quiera que ondee esta bandera
¿cuidamos de los nuestros?
¿cuidamos de los nuestros?
¿donde quiera que ondee esta bandera
cuidamos de los nuestros?
*Superdome, hace referencia a la instalación deportiva de Luisiana, Nueva Orleáns y fue severamente afectado por el huracán Katrina.
Easy money (Dinero fácil) "Tan solo una parodia" (Bruce Springsteen en Rolling Stone)
Tú te pones el abrigo, yo me pondré el sombrero
Tú sacas al perro, yo sacaré al gato.
Tú te pones el vestido rojo para mí esta noche, cariño
Vamos a ir a la ciudad, ahora
a buscar dinero fácil.
No tiene ningún misterio, señor,
no escuchará ni un solo ruido.
Cuando todo su mundo se venga abajo
a todos esos peces gordos
simplemente, les parecerá divertido.
Voy a ir a la ciudad, ahora,
a buscar dinero fácil.
Tengo un Smith & Wesson del calibre 38,
tengo un fuego del infierno ardiendo
y le he cogido el gusto.
Concertaré una cita en la lejana orilla,
luminosa y soleada.
Voy a ir ala ciudad,ahora,
para buscar dinero fácil.
Tú te pones el abrigo, yo me pondré el sombrero
Tú sacas al perro, yo sacaré al gato.
Tú te pones el vestido rojo...¡tienes un aspecto magnífico, cariño!
Vamos a ir a la ciudad, ahora,
buscando dinero fácil.
Vamos a ir a la ciudad, ahora,
buscando dinero fácil.
Shackled and drawn (Encadenado y demacrado) "La canción de los esclavos que todos somos" (Bruce Springsteen para Rolling Stone)