Catedral de Jaca por Enríque Pérez Tudela |
Don Ataúlfo la vio cruzando la
románica catedral de Jaca. Sus sombras la acogieron. Ojos claros, cabello rubio,
cara de niña. En ella veía la inocencia hecha mujer. Recogida en un banco, cada
mañana, escondía el rostro entre sus manos blancas y pequeñas. Alguna vez pensó
en preguntarle por quién rezaba tanto pero no quería interrumpirla. Don Ataúlfo,
el párroco, ignoraba que cada día, a las ocho de la mañana, comenzaban las
obras en casa de la joven y que en diciembre, la catedral, era el único lugar
de Jaca donde no hacía frío y se podía dormir.
Un microrrelato interesante desde el comienzo a la sorpresa final.
ResponderEliminarUn beso, Marcos.
Muy bueno, quitándole algo de romanticismo sería como los que entran en el Corte Inglés en verano para refrescarse con el aire acondicionado.
ResponderEliminarJaca te inspira, desde luego. ¿Qué tendrá Jaca?
ResponderEliminarY seguramente la joven con cara de niña al salir no resistirá la tentación de visitar la Pastelería que está frente a La Catedral en los soportales y probar uno de sus dulces para olvidar el frío.
ResponderEliminarUn abrazo Marcos.
Ja, ja. No me extraña, el frío aragonés es de armas tomar. Frío recio del interior. Buen relato y cuando quieras que ilustre otro de tus textos por mí, encantado.
ResponderEliminarAbrazos. Borgo.
Gracias Anaís. Me alegra que te haya gustado y te haya sorprendido. Besos.
ResponderEliminarSí, hay mucha gente que hace eso. Pero le quita todo el romanticismo, es cierto Sr. Cahiers. Abrazos.
Qué tandrá, qué tendrá? Siempre me ha gustado Jaca, Roberto pero últimamente, me gusta más. Abrazos.
Seguramente Echeto será visitado por esa mujer tan dormilona, sí. Un abrazo Yuri.
Sobretodo este año, Miquel, de nevadas intensas y tardías. Que ilustres mis palabras es un honor, Miquel. Es necesario hacer algo. Ya te contaré. Abrazos.
Por supuesto, Marcos, casi siempre la soluciónmás sencilla es la correcta... pero nos encanta creer en místicas explicaciones para casi todo.
ResponderEliminarFeliz Semana Santa y un abrazo.
Vaya con el microrrelato... Si alguien esperaba algún oscuro secreto del pasado de la joven, lo llevaba claro. Pero es muy cierto: durante el horario gratuito del Museo del Prado, en invierno, gran cantidad de visitantes entran para refugiarse del frío y de la lluvia y no en principio para disfrutar viendo arte. Supongo que el ser humano es un animal práctico por naturaleza.
ResponderEliminarSaludos,
Anónimo Castellano
Cual si de retorno a las cuevas se tratara, esta joven hace un uso común de un recinto religioso.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho
SALUD!!!
A don Ataulfo le encantaba, sí. jejeje Gracias por pasar amigo Bogart.Lo mismo te deseo. Abrazos.
ResponderEliminarEs curioso lo que comentas del Museo del Prado y eso que allí, resulta más complicado pasar desapercibido por la seguridad que hay. No está mal ser práctico, hasta cierto nive. Bienvenido Anónimo Castellano. Esperoq ue te quedes por aquí y gracias por comentar. Saludos.
Gracias sastrecillo valiente por dejar tu opinión. Salud!
Muy bueno. El que se mete en obras... la que le espera.
ResponderEliminarSaludos.
Pues sí...pobre mujer!
ResponderEliminarMal.
ResponderEliminarPara que el relato funcione ha de ser el cura el que averigüe lo que pasa, no que se lo cuentes tú al lector directamente. Si el cura ignora, se queda como estaba, y ella también. ¿Qué ha pasado en el relato para los personajes? Nada.
¿Y para el lector? Menos de lo que debería.
Un abrazo.