Una de los mejores acontecimientos que me depara esta patraña llamada navidad está, sin lugar a dudas, en la Plaza de los Sitios de Zaragoza, donde en un mercadillo solidario de la
Asociación Aragonesa contra el cáncer, se venden libros usados a precio anti-crisis. Y allí se encuentran, de vez en cuando, verdaderas joyas. Sería exagerado considerar una joya el libro que adquirí con algunos de los mejores relatos de
Cornell Woolrich pero, sin duda, la lectura de
It had to be murder (1942) me ha deparado más de una sorpresa.
It had to be murder es el relato que proporciona la idea a
Alfred Hitchcock para rodar su famosa ventana indiscreta.
William Irish (seudónimo con el que
Woolrich firmaría su relato) crea con esta historia una magnífica muestra de lo que fue el relato clásico de intriga y el lector que se acerque hasta ella podrá divertirse analizando las diferencias entre el relato de
Woolrich y la obra de
Hitchcock y comprobar así porque
sir Alfred crea una obra maestra del suspense a partir de un relato que practicamente pasó desapercibido.
Woolrich nos acerca al patio interior de una comunidad de vecinos a través de los ojos de un inválido del que no sabemos absolutamente nada (aquí no es fotógrafo ni periodista). Ante su mirada pasa la vida de sus vecinos a los que considera individuos presos de sus hábitos, curiosamente, el mismo problema que acaba teniendo él, al final de la historia, por su afición
voyeurista . Pronto la mirada del protagonista se centrará sobre un matrimonio de avanzada edad, formado por una mujer enferma, que nunca abandona la cama y un marido cansado, hastiado por esta situación. La pareja vive en un edificio que está en obras y al parecer, el desalojo es inminente porque el casero ya no cuenta con ellos. La mujer no parece abandonar en ningún momento su cama pero, un buen día, ésta aparece vacía. El protagonista Jeff, pronto va atando cabos, imaginando que el marido ha tenido que asesinar a la mujer enferma. En este sentido, excepto en el desenlace final, la trama del relato es prácticamente la misma que en la película. Sin embargo, los personajes de esa comunidad de vecinos que nos presenta el autor y que rodean esta circunstancia principal, son menos numerosos y mucho menos pintorescos que en la película de
Alfred Hitchcock. Si bien existe la pareja de recién casados, en el relato, tienen como costumbre salir todas las noches de juerga, dejando todas las luces encendidas; por el contrario, en la película de
Hitchcock, no abandonan el dormitorio en ningún momento así que, se supone, una frenética actividad sexual que es, desde luego, mucho más interesante que dejarse todas las luces encendidas. Y esto lo consigue el director inglés
enseñando únicamente una ventana con las persianas bajadas y el rostro de
James Stewart, en un estado entre pícaro y avergonzado. La
señorita corazón solitario es otro de los hallazgos de la película. En el relato,
Woolrich nos muestra a una mujer triste que, cada noche, arropa a su hijo en la cama y queda pensativa, ante un escritorio, echando de menos al que, suponemos, fue el padre de su hijo. Sin embargo, el encanto de la
señorita corazón solitario en la versión cinematográfica va mucho más allá. Se trata de una solterona que no consigue novio. Por supuesto, tampoco tiene hijos. Unas noches las pasa escuchando canciones melancólicas de
Crosby, otras, se lanza a la aventura de citas siempre decepcionantes. Finalmente, una tarde decide suicidarse, tomando unas pastillas. En ese momento, el mirón de Jeff, interactúa con la
señorita corazón solitario y por unos instantes, deja de pensar en su vecino asesino. Jeff llama a la policía para avisar de que una mujer está a punto de suicidarse pero, súbitamente, la actitud de la suicida cambia al escuchar una melodía que procede de la habitación de un solitario compositor, personaje que no aparece en el relato de
Woolrich y que, finalmente, acaba con la soledad de la
señorita corazón solitario. Tampoco aparecen en el relato, la gimnasta, la artista escultora, la pareja que duerme en el balcón, ni los dueños del perro que acaba también asesinando
Thorwald. Además, el Jeff literario no tiene ninguna novia que vaya a visitarle y que le ayude en sus pesquisas sobre el caso. En su defecto, Jeff tiene un criado llamado
Sam que es quien irrumpe en casa del supuesto asesino cuando éste ha salido (como
Grace Kelly en la película pero con menos elegancia) Estos personajes que parecen no tener importancia, sin embargo, son elementos que rodean el tema principal en la película de
Hitchcock y que, con el hilo conductor de las relaciones personales (los problemas de pareja que encuentra Jeff con su novia reflejados en los problemas sentimentales que observa a través de su ventana), están relacionados entre sí reforzando esa idea de "panal de abejas atareadas en los mismos hábitos de siempre" que en el relato sólo se esboza de pasada. Estos elementos (los vecinos, la novia de Jeff, la criada) ayudan a hacer crecer una historia que se convierte en una de las películas más recordadas de
Alfred Hitchcock y de hecho, la preferida de
Truffaut junto a
Notorious.