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Luis García Berlanga con Peñíscola al fondo, su particular Calabuch |
No existen demasiadas diferencias entre el fin de año en la década de los cincuenta y aquel que significó un cambio de siglo, pues si Berlanga levantara la cabeza, en pleno siglo XXI, seguramente volvería a rodar otra película en Calabuch. Porque, como dice algún cantautor amigo, la historia se repite una y otra vez y todos rodamos dentro de una ruleta que, eligiendo cada vez un número distinto, gira siempre sobre el mismo eje y al parecer, empujada por las mismas manos que deciden nuestro destino: Igual ayer que hoy. Y Berlanga rodaría esa película, una vez más, contando la historia de un hombre desencantado, extraviado, en tierra extraña, que solo desea pasar desapercibido, desaparecer y que podríamos ser cualquiera de nosotros mismos (Edmund Gwenn o Michel Piccoli). De nuevo, habría un hombrecillo del pueblo intentando sin éxito terminar la pintura de una palabra que significa libertad (Tanto en Calabuch como en París-Tombuctú, el hombrecillo es Manuel Alexandre) y estaría presente el imperio austrohúngaro y los anarquistas soñadores y la mano del poder opresora y el cura circense y el surrealismo y la pantomima de España que continúa, hoy igual que ayer, ofreciendo el grotesco espectáculo de la pandereta y la fiesta estúpida, de ese volver la cara hacia otro lado para no ver la propia y desesperante realidad. Berlanga, en el siglo XXI, volvería a Calabuch.
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Edmund Gwenn observa a Manuel Alexandre en "Calabuch" |
Muy significativo es el papel de
Manuel Alexandre, tanto en
Calabuch (Berlanga 1956) como en
París-Tombuctú (Berlanga 1999) En las dos películas, su personaje es un pintor que intentar terminar una palabra. En
Calabuch, la palabra es "Esperanza" y la pinta sobre una barca. En
París-Tombuctú es "Casino Libertario" y se trata de una fachada en un lugar que pretende ser un reducto del libre pensamiento.
Berlanga crea con este paralelismo un mensaje claro, además con el mismo actor representando un personaje por el que, aunque ha pasado el tiempo, sigue siendo el mismo, rodeado por las mismas circunstancias.
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Michel Piccoli y Juan Diego |
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El papel del extranjero errante que Michel Piccoli desempeña en "París-Tombuctú" es el de Edmund Gwenn en "Calabuch" Aquí, levanta el brazo celebrando el éxito del cohete lanzado y fabricado por él mismo, junto al actor Nicolás D. Perchicot |
París-Tombuctú no deja de ser una manera de revivir lo que fue
Calabuch y aunque menos brillante, es completamente necesaria, más dura y desesperada. Hay quien opinó que no aportaba nada nuevo, porque ya existía
Calabuch. Quien no conocía
Calabuch, vio en ella algo absurdo y hay quien creyó que no era un digno colofón para la carrera del director. Sin embargo, creo que resulta interesante destacar la maestría de
Berlanga al dejar testimonio con
París-Tombuctú de que la España de fin de siglo no difiere tanto de la franquista. Y es más, vista desde el siglo XXI, constatamos que la España actual, lamentablemente, sigue siendo la misma que se sienta a la mesa, cada Navidad, para ver el mensaje del Rey, hoy llamado Felipe VI... Vamos, como
París-Tombuctú y
Calabuch: diferente nombre, misma historia. En definitiva,
Luis García Berlanga cerró el círculo con estas dos películas, creando una obra atemporal, actual, veraz y dueña de un claro mensaje en el que revelaba, con más inteligencia que palabras, que en este país, la historia se repite incansablemente y quizá este giro constante de peonza sea la razón por la que nunca podremos avanzar.
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José Isbert es el entrañable farero de Calabuch |
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Más amable y entrañable es la película que Berlanga rueda en 1956 El profesor Hamilton (Edmund Gwenn) parece encontrar en Calabuch su Shangri-La particular, un lugar ideal para vivir. Pero, en definitiva, al final de su pequeño y onírico periplo, deberá afrontar la cruda realidad, una realidad que le mantiene preso. El profesor Hamilton se había fugado de los Estados Unidos en plena Guerra Fría, al darse cuenta de los horrores que podían producir sus descubrimientos en el campo de la energía atómica. Y en Calabuch no hay nada de eso, nadie le reconoce. Pero no hay que olvidar que, ya en la película del 56, encontramos en Calabuch personajes incomprendidos que desean escapar de allí, como el preso que protagoniza en pantalla el italiano Franco Fabrizi o la profesora, Valentina Cortese. Recordemos también que existe una red de contrabando de la que Berlanga no explica demasiado, pero que está ahí, como un grupo de conspiradores contra el poder establecido, representado por la autoridad de la Guardia Civil, papel del actor Juan Calvo Domenech. Y también tenemos presente la feliz ignorancia de la España franquista y su crucial hermetismo, representado en el personaje del farero (José Isbert), del fabricante de cohetes (Nicolás D. Perchicot), del grotesco torero (José Luis Ozores) o del cura del pueblo (Félix Fernández)
Liberado del corsé de la censura franquista, Berlanga vuelve a Calabuch para rodar París-Tombuctú. Un director que en la película original, en plena censura, se permite dejar diálogos como "El NO-DO es aburridísimo. Es como un periódico pero más atrasado" tenía pendiente una nueva visita a este pueblo inventado y su historia en los albores del siglo XXI El resultado es una película igualmente surrealista, que retrata de nuevo la vieja España, demostrando que es la España de siempre y que, probablente, no cambiará. Pero en los personajes centrales hay una notable evolución hacia el desencanto. Así como el profesor Hamilton (Edmund Gwenn) encontraba en Calabuch su paraíso terrenal, Michel Piccoli, el extraviado ciclista de París-Tombuctú, está desencantado con la totalidad del mundo, preso de un destino incierto en un viaje constante que parece no tener final y es un suicida errante que la misma noche de fin de año, no consigue su objetivo.
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Eusebio Lázaro y Concha Velasco en "París Tombuctú" |
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Atípica paella nudista la que devoran en la plaza del pueblo, los asistentes |
Merecen capítulo aparte los papeles del anarquista Juan Diego y de Eusebio Lázaro. El primero, igual que el preso de la antigua Calabuch, intenta sabotear la fiesta y hacer tambalear el poder establecido. Para ello, incluso fabricará una bomba que lanzará después de las campanadas, en Nochevieja (claro paralelismo, incluso morfológico, entre la bomba de Juan Diego y el cohete de Edmund Gwenn) El segundo, es un personaje que desea huir, no de Calabuch, del país entero. Literalmente manda a España a la mierda y huye por carretera, en bicicleta.
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Concha Velasco, Javier Gurruchaga y Amparo Soler Leal, tres hermanos que son fiel reflejo de la sociedad española y esperan, sin éxito, ser herederos del torero Manolete con la que su madre, supuestamente, tuvo una aventura. |
Pero tanto en Calabuch como en París-Tombuctú, hay personajes fijos que se repiten y retratan a esa España de siempre: El cura de pueblo, la Guardia Civil (que en la película del 99 vuelve a llevar tricornio), el alcalde o la alcaldesa, los soñadores ingenuos y los que vagan en contra de ese poder establecido y no logran encontrar su lugar en la sociedad. Resulta imprescidible el visionado de las dos películas, siendo conscientes de que están separadas por 44 años, por una dictadura que desembocó en Transición y definitivamente en falsa democracia y que están dirigidas por un mismo director, testigo de ese paso del tiempo que también es consciente de que, después de todo, nada ha cambiado y lo demuestra con su mejor herramienta, el cine. Calabuch (1956) está ambientada en días navideños, cercanos al fin de año. Paris-Tombuctú (1999) también está ambientada en estos días centrando el final en Nochevieja. Me ha parecido adecuado recordar estas dos películas para celebrar que 2014 ya termina. Ahora toca ponerse la boina, la camisa de cuadros, el pantalón por encima de la cintura, los tirantes y decir aquello de "Seguro que 2015 es mucho mejor" mientras Manuel Alexandre, en algún lugar del universo, sigue intentando dibujar la "S" perfecta de una palabra que signifique libertad.
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Revelador último fotograma de "París-Tombuctú" |
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Y reveladora imagen del abatido profesor Hamilton en "Calabuch" |