Belchite (Eduardo Laborda) |
Te recuerdo
como recuerdo a Pangea. Como si estuvieras allí, desde el principio de los
tiempos. Como una roca elevada contra el cielo, una piedra desafiante, un
sólido acantilado. Y también contigo, el viento, aullando por cada voz enmudecida de tu pueblo, erosiona, segundo a segundo, tu silueta
milenaria. ¡Como si acaso el tiempo te importara!
Por las
calles rotas de tu ruina veo mis pecados en los pecados de la humanidad. Y te
comprendo. Te comprendo resistiendo como un monumento a la deshumanización, a
la barbarie, a la brutalidad. En tus iglesias, la bóveda de todos los
campanarios es celeste y las cúpulas carcomidas todavía atesoran historias de
aquellos que fueron vivos, que quedaron incompletos. Partidos. Allí, un torreón
herido lucha contra el viento y la arena para conservar su trastocada verticalidad.
Aquí, un muro hendido persiste en pie, siendo fachada para una casa inexistente.
Y la grieta de su aplastada pared crea un marco que dramatiza a la luna y su
renacer, cada noche que aquí es más noche. Solo en este pueblo calla el
silencio.
Escasos y desperdigados centímetros se conservan de tus aceras. Por ellas ya solo se arrastra la sorrasca, testigo mudo de la desidia.
La naturaleza ha conquistado ya ciertos barrios, ocultando plazas, esquinas,
trazados, huellas de unos pasos que fueron libres. Mientras, deformados edificios
sin techo forman cobijo para escaleras interrumpidas o esqueletos oxidados de automóviles donde todavía
lloran los juguetes rotos. Un cementerio es una guarida absurda en la ciudad de los muertos.
Ahora te comprendo. Te comprendo en unos colores tan desvaídos que difícilmente
se distinguen del blanco, del negro, del gris. Más que un pueblo, eres fósil. Un fósil viviente que late y se transforma. Un
armazón que respira, doliente, desollado, evolucionando. Y te miro, como mira
Dorian Grey a su futuro imperfecto, siendo tú pasado, que se repite. Ahora te entiendo
y sé quién eres, a través de la mirada de otros ojos. Transformada, levemente
barroquizada, liberada al fin, por la mano de Eduardo Laborda, que pintó y
reinterpretó tu paisaje de naturaleza muerta, perfecto reflejo del vanitas
inexorable y a la vez, inmortal.
Javier Estella y José Manuel Fandos dirigieron en 2013 Naturaleza muerta, un corto documental sobre el proceso de creación
del pintor Eduardo Laborda y su obra
titulada Belchite. Ahora, este trabajo ha sido premiado en el Festival
de Daroca como mejor cortometraje documental. El ambiente que crean sus directores, la música y las potentes imagenes que parecen querer completar el esqueleto que es Belchite, acompañan y complementan a la perfección la obra final, el brillante lienzo que culmina Eduardo Laborda y cuya mágica atracción ya fue comentada en la pasada Retrospectiva que pudimos ver de su obra en La Lonja. Aquí mismo en este enlce pueden ver el cortometraje Naturaleza muerta y la obra terminada de Eduardo Laborda.
Javier Estella y José Manuel Fandos |
gracias por compartir este enlace. Cuando lo vea, te comento.
ResponderEliminarsaludos
Gracias Karin. Te gustará ;)
EliminarBelchite como un ciudad perdida mítica. Otra cosa no, pero seguro que se ha quedado una ciudad muy fotógenica, como demuestra el documental. Muy bueno.
ResponderEliminarSaludos.
Muy fotogénica, también para rodar una peícula. Sin duda, como demuestra Laborda, una ciudad perdida que sirve de gran inspiración para pintar un lirnzo tan personal como el suyo. Abrazos Licantrounk, gracias por pasar.
EliminarMe encanta cuando el cine se recrea en el arte. Doblemente creativo...
ResponderEliminarEn este caso se han complementado y conjugado de manera brillante. Gracias por pasar, amigo Roberto. Abrazos.
EliminarMuchos deberes entre la entrada anterior y esta, pero haré por leer y ver porque me parece muy interesante.
ResponderEliminarSaludos.
En ese caso, Nury, te recomiendo el documental, sin lugar a dudas. Abrazos.
Eliminar